Ayer se constató el peor momento de una crisis que ya ha cumplido el quinquenio pero Mariano Rajoy rechazó la mano tendida por Alfredo Pérez  Rubalcaba para el diálogo.

Sorprende que ante el imparable avance de la nación hacia el precipicio el presidente rechace implicar a la oposición y que persista en el autismo. En la estrategia de equivocarse en solitario.

El Gobierno ha pasado del dinamismo de los sacrificios necesarios  al del reconocimiento de la impotencia.

Como suele ocurrir, la avanzadilla de la nueva deriva correspondió a Luis de Guindos quien proclamó que España ya no puede hacer más de lo que hace.

Parecía como si tirara la cartera al suelo lloriqueando como un niño en el colegio: “No es justo, no es justo” mientras entregaba la merienda al bravucón.

De Guindos ha entregado la merienda de la dignidad nacional al renunciar a la soberanía de la inspección financiera proporcionando la cabeza del  Banco de España y confiando la auditoría de la banca a unas  auditoras privadas vigiladas por el Banco Central Europeo.

Es asumir la condición tercermundista. Como si se aceptara la vigilancia internacional a unas elecciones parlamentarias o a que la Organización Mundial de la Salud se haga cargo de nuestros hospitales.

Rompió el fuego el ministro de Economía y ayer Cristóbal Montoro completó la faena contestando a la interpelación del socialista Valeriano Gómez.

El de Hacienda  extremó la queja infantil de “No es justo, no es justo”, con una retórica apelación a la dignidad nacional herida.

No es justo que "determinadas instituciones europeas se refieran a veces a España con un tono despectivo (…) No lo aceptamos como Gobierno, ya está bien”.

Y añadió: “Cuando un país está haciendo lo que hay que hacer para recuperar la credibilidad de país y del euro merece un respeto"

Conforme avanza la constatación de impotencia, la escalada verbal del derrotismo aumenta decibelios a ritmo vertiginoso dejando obsoletas las expresiones usadas hasta ahora: “situación delicada”, “difícil”, “grave”, “dramática”, o “estar en el pozo”.

Valeriano Gómez mencionó ayer la pena de muerte, económica, por supuesto: “Apretar a la vez al sector público y al privado en plena recesión – aseguró el exministro socialista - puede matar al país”

Y advirtió el titular de Trabajo: “Si no somos capaces de cambiar el escenario, si no introducimos crecimiento e inversión, lo que nos espera más que playa será un enorme tanatorio”.

José García Abad es periodista y analista político