Los expertos en cambio climático van perfilando cada vez con mayor precisión los modelos que dibujan el inquietante escenario hacia el que nos dirigimos. Un escenario en el que el agua puede sufrir importantes cambios de disponibilidad: largos años de sequía seguidos de meses enteros de intensas lluvias. ¿Les suena?

Para afrontar ese incremento de la variabilidad y garantizar el acceso cómodo y seguro al agua potable y de saneamiento a todos los ciudadanos va a ser necesario aunar voluntades y sumar conocimientos. Un derecho humano que parte de un servicio al que la administración debe dedicar una atención prioritaria.

El agua es un patrimonio natural y un bien público inalienable, un recurso del planeta que debemos administrar con la mayor responsabilidad, garantizando tanto su disponibilidad para nuestros diferentes usos como la preservación de los ecosistemas acuáticos.

Por eso es tan importante que la gestión del agua, desde su captación, preparación, abastecimiento y retorno al medio, se lleve a cabo bajo el más riguroso control sanitario y medioambiental y la estricta supervisión de las administraciones públicas, que deben garantizar el derecho al agua.

La Asamblea General de las Naciones Unidas, en su declaración del acceso al agua potable y de saneamiento como un derecho humano, exige a los gobiernos que su suministro sea “seguro, saludable, accesible y asequible para todos”. Algo que el cambio climático puede dificultar en un futuro cercano, por lo que resulta más pertinente que nunca poner en valor el conocimiento, el oficio, los recursos tecnológicos, la capacidad de innovación y la experiencia acumulada para gestionar el agua de manera solidaria y medioambientalmente responsable.

Vamos a tener que hacer frente a nuevos y rigurosos avatares climáticos, por lo que es necesario avanzar de manera decidida hacia el ahorro y la reutilización

Porque el conocimiento es la herramienta imprescindible para garantizarnos el acceso al agua sin perjudicar el medio ambiente, la prioridad debe ser ahora fomentar la colaboración, alcanzar grandes acuerdos y avanzar en equipo.

Es el momento de fortalecer la capacidad de resilencia de nuestros servicios de aguas. Vamos a tener que hacer frente a nuevos y rigurosos avatares climáticos, por lo que es necesario avanzar de manera decidida hacia el ahorro y la reutilización, atendiendo y respetando los caudales ecológicos de los ríos.

Debemos desarrollar una tecnología del agua basada en la ecoeficiencia para reducir el impacto ambiental de las infraestructuras y equipamientos, procurando que el derecho humano de acceso al agua no entre en conflicto con el deber de mantener los ecosistemas acuáticos y la biodiversidad que acogen.

Porque no nos equivoquemos: la principal titular del agua no es ni la administración ni la empresa suministradora. La titular del agua es la naturaleza. Por eso debemos garantizarnos un acceso al agua potable que sea cómodo y seguro para todos, pero también sostenible.  

En una sociedad justa, equitativa y solidaria el servicio de aguas debe estar basado en la profesionalidad y la experiencia para asegurar la más alta calidad en el servicio con el menor impacto ambiental en el entorno. Un servicio que debe disponer de las mejores tecnologías disponibles para atender las necesidades de la sociedad a la que presta sus servicios y preservar el medio acuático.

Hay que dotar a los servicios de agua de un perfil mucho más social para garantizar el servicio a todos ciudadanos, incluidos aquellos que por cualquier circunstancia no puedan atender el pago del recibo. Pero debemos asegurarnos de que ese servicio sea eficaz y eficiente, capaz de dar respuesta a las severas contingencias a las que nos vamos a enfrentar en los próximos años por el avance del cambio climático.

Por todo ello, ahora que inauguramos un nuevo tiempo en las políticas ambientales de nuestro país, ha llegado el momento de cerrar el debate sobre la gestión del agua en España y empezar a tomar medidas consensuadas para adaptarnos a la realidad que nos espera.

En estos tiempos nuevos urge dar respuesta a problemas viejos, y el del agua es uno de los más añejos. Se hace necesario un gran pacto por el agua que garantice el acceso de las próximas generaciones al agua potable y de saneamiento sin afectar a la naturaleza de nuestros ecosistemas acuáticos y preservando la alta biodiversidad que acogen.