Del 23 al 25 de octubre de 2025 se va a celebrar en Sevilla el primer Encuentro de Cónsules de Andalucía organizado por las asociaciones consulares de Cádiz-Ceuta, Málaga y Sevilla para debatir bajo el lema "Diplomacia para la Paz" el papel que desempeñan en el fomento de las relaciones económicas, comerciales, culturales y turísticas.
Representantes del medio centenar de países de los cinco continentes con consulados en algunas de las ocho provincias andaluzas pondrán en común sus experiencias y propuestas para mejorar la coordinación de sus intereses y la interlocución con las autoridades locales, autonómicas y estatales
En un mundo donde los titulares están dominados por el estruendo de las bombas y las tensiones geopolíticas, el pacifismo parece una utopía denostada. Sin embargo, lejos de los grandes discursos y las cumbres presidenciales, existe una red de diplomáticos silenciosos que, día a día, construyen puentes de entendimiento y defienden la paz desde la base. Hablamos de los cónsules y, de manera especial, de los cónsules honorarios.
La diplomacia tradicional, la de los embajadores y los ministerios de Asuntos Exteriores, se ocupa de las grandes estrategias nacionales. Pero la diplomacia consular se centra en lo humano. Su trabajo es tangible y directo: proteger a los ciudadanos en el extranjero, facilitar el comercio, promover la cultura y, sobre todo, ser el rostro amable de su país en una tierra ajena. En esencia, son pacificadores de proximidad.
En un contexto de belicismo, donde las naciones se ven a menudo como rivales, los cónsules y cónsules honorarios son los encargados de mantener la conexión entre los pueblos. Organizan eventos culturales, fomentan el intercambio académico y facilitan el turismo, actividades que, aunque parezcan menores, son esenciales para desmantelar prejuicios y construir lazos de confianza. No se trata de una utopía ingenua, sino de una estrategia pragmática: el entendimiento mutuo reduce las probabilidades de conflicto.
Los cónsules honorarios, que a menudo son ciudadanos locales comprometidos con la causa de la amistad entre naciones, desempeñan un papel especialmente relevante. Actuando sin un salario y motivados por una genuina convicción, son el eslabón más personal de la cadena diplomática. Su labor es una demostración de que la paz no es solo una responsabilidad de los gobiernos, sino una aspiración compartida por todas las personas con independencia de sus ideas políticas, religión, género o cultura.
En estos tiempos, donde la confrontación se presenta a menudo como la única respuesta, es crucial recordar que la verdadera diplomacia no es la que se ejerce con amenazas, sino con diálogo y cooperación. Los cónsules, con su trabajo discreto y constante, nos recuerdan que la paz no se decreta, se construye. Cada visado que se expide, cada ciudadano asistido y cada evento cultural que se organiza es un pequeño, pero significativo, paso hacia un mundo más interconectado y menos fragmentado. Ellos son la prueba viviente de que la diplomacia humanista no ha muerto; simplemente está trabajando en silencio, lejos de los focos, pero con una trascendencia incalculable.