Casi desapercibida, de puntillas, como escondida de los focos de la memoria, se están conmemorando los cien años del fin de la Primera Guerra Mundial.  Una contienda que fue conocida como la “Gran Guerra”, hasta que su inevitable consecuencia, la segunda, con el auge de los fascismos y sus exterminios, la hizo parecer menor, a pesar de los casi diez millones de muertos que trajo.

Aquella primera gran guerra propició el final de los últimos imperios, como el ruso o el Austrohúngaro, nuevos regímenes como el soviético y toda su esfera de países satélites en la Europa del este, y la caída de la pujanza internacional de Reino Unido en favor de los EEUU. La debilidad de Europa tras esa primera Guerra Mundial, trajo, con la miseria, el resentimiento y el miedo al otro, el auge de los fascismos y el horror de otros casi sesenta millones de víctimas mortales. También la ignominia de la falta de humanidad y de la crueldad en estado puro de los campos de concentración y exterminio nazi, los gulags, las bombas atómicas y el canibalismo moral de nuestra especie.

Este silencio general, salvo gestos que huelen a pompas fúnebres y por tanto estériles, tal vez se deban a las peligrosas analogías con el tiempo que estamos viviendo. De los pocos que se han atrevido a señalarlo ha sido el presidente francés Emmanuel Macron. Hace unos días, en una extensa y comprometida entrevista, declaraba: “En una Europa dividida por los miedos, el repliegue nacionalista, las consecuencias de la crisis económica, vemos cómo metódicamente se rearticula todo lo que pautó la vida de Europa entre el final la Primera Guerra Mundial y la crisis de 1929” […] “Hay que tenerlo presente, ser lúcidos y saber cómo resistir a ello”.

Se tiene prevista una gran conmemoración para la semana del centenario, con una ceremonia en París el 11 de noviembre, día del Armisticio, que congregará a decenas de líderes mundiales, entre ellos Donald Trump y Vladímir Putin. Resulta irónico en estos dos casos: el ruso, porque ya sabemos para lo que le sirven los acuerdos internacionales de derechos humanos, lo que respeta a los homosexuales, las mujeres, las minorías étnicas, y los disidentes que acaban, casualmente, muertos por bombones de polonio enriquecido, o fortuitos y extraños accidentes. En el caso estadounidense, por cuestiones similares en cuanto a sus encendidas proclamas frente a la inmigración, alambradas, y embravecimiento de racistas y supremacistas americanos que se empiezan a organizar para recibir a tiros a los centroamericanos que buscan poder sobrevivir. 

“En una Europa dividida por los miedos, el repliegue nacionalista, las consecuencias de la crisis económica, vemos cómo metódicamente se rearticula todo lo que pautó la vida de Europa entre el final la Primera Guerra Mundial"

Tampoco Europa puede sacar pecho. Se nos ahogan por centenares en el mediterráneo, en las fronteras, sin que Europa, entre miedo, bostezo y Brexit, además de nacionalismos de todo pelaje y fascismos en auge, haga nada por solucionar un problema humanitario que nos pone en tela de juicio, una vez más, como especie. Entre tanto, los neofascismos hacen ganancia de pescadores en este río moral revuelto, sin que nadie plante cara, con la memoria y la historia en la mano, por ejemplo legislando, y debiera ser a nivel europeo, que ningún partido que no respete los valores democráticos, constitucionales y de derechos humanos pueda concurrir a unas elecciones y, por tanto, tener representatividad alguna.

Tristes conmemoraciones estas, de las que nada sirvió para avanzar y crecer como especie, y en las que Trump está enojado porque no va a haber un gran desfile militar. Decía mi abuela: “Ponle a un necio un uniforme o dale un cargo y se creerá capitán general de los ejércitos”. Yo todavía no distingo su cabeza naranja de las calabazas de Halloween que adornaban la Casa Blanca.

Macron considera que no es el momento de celebrar ninguna victoria y los actuales vínculos franco-alemanes deben ser un ejemplo de firmeza y reconciliación. “Europa afronta un riesgo: el de desmembrarse por la lepra nacionalista y quedar rebasada por potencias extranjeras. Y por tanto, perder su soberanía. Es decir, ver cómo su seguridad depende de las decisiones americanas y de sus cambios, ver cómo China está cada vez más presente en infraestructuras esenciales y una Rusia que a veces siente la tentación de la manipulación, y grandes intereses financieros y mercados que desbordan a veces los lugares que pueden ocupar los Estados” asegura Macron. Me temo que el lúcido presidente francés, como algunos poetas y articulistas, predican una vez más en el desierto.