Hay un refrán castizo que dice que no hay mejor defensa que un buen ataque. Y el presidente de los Estados Unidos, aunque poco tiene de castizo, paree que lo aplica al pie de la letra. Tan al pie de la letra que acaba de cambiar el apellido a su departamento correspondiente -algo así como nuestros ministerios-, que ha pasado de ser “departamento de defensa” a “departamento de guerra”.

Este cambio no es baladí. A mi entender, es toda una declaración de intenciones. A mi entender y al de él mismo, que ya llevaba tiempo utilizando de manera extraoficial esa denominación y que evoca con nostalgia los tiempos en que se llamaba así, tiempos de contiendas bélicas, ya que la denominación de “departamento de guerra” se mantuvo desde la Guerra de la Independencia hasta 1947, en que el presidente Truman separó la Fuerza aérea y el ejército de tierra y los puso, junto a la Marina, bajo el mando de una nueva entidad que llamó “Departamento de defensa”.

Sus propias palabras lo dicen todo: “Ganamos la Primera Guerra Mundial, ganamos la Segunda. Entonces se llamaba Departamento de Guerra y para mí eso es lo que es de verdad; defensa es una parte, pero tengo la sensación de que lo vamos a cambiar”.

Lo malo es que es mucho más que una sensación. Es una realidad que vemos cada día en los informativos y, lo que es casi peor, que dejamos de ver porque algunas guerras han perdido actualidad y otras no la han tenido nunca. Pero ahí están, arrojando cada día el doloroso saldo de cientos de muertes, mientras gran parte del mundo permanece en su zona de confort y el señor Trump saca pecho poniéndose belicoso.

Como decía, la opción por la “guerra” en vez de por la “defensa” para apellidar el departamento es mucho más que un matiz lingüístico, mucho más que un recurso estilístico para darse importancia a sí mismo y a su país. Es, ni más ni menos, la elección entre la guerra y la paz, entre la beligerancia extrema y el pacifismo razonable. Y, una vez elegida la guerra, ya se sabe que en la guerra todo vale. Así que hay vía libre a la intolerancia y a cualquier tipo de desmanes y abusos de poder con la excusa de un pretendido peligro para el Estado.

Y lo peor de todo es que no solo de ese lado se ha elegido la guerra. También se ha elegido desde la otra cara del espectro mundial, si tenemos en cuenta las imágenes de varios líderes presenciando en China, la mar de ufanos, un despliegue de tropas que pone los pelos de punta solo de pensarlo.

Da mucho miedo, la verdad. Ojalá el dicho que se tomarán en serio fuera el de “haz el amor y no la guerra”.

SUSANA GISBERT
Fiscal y escritora (@gisb_sus)