La reciente y espectacular autosubida de sueldo del presidente de la patronal, Antonio Garamendi, junto con la publicación de noticias que colocan a los directivos de banca españoles como los mejor pagados de Europa, ha abierto en nuestro país el debate sobre la creciente desigualdad salarial entre los de arriba y los de abajo.

Decía esta misma semana el catedrático en economía Santiago Niño Becerra en el programa radiofónico La Ventana, de la cadena SER, que no es difícil valorar de forma científica si un sueldo es merecido o no, aplicando unos baremos de eficiencia y que, en cualquier caso, hay que vincular los salarios con el estado de las empresas. Siguiendo esta filosofía, el presidente de la CEOE debería demostrar a los socios de la organización empresarial que pagan con sus cuotas su generoso salario, que su gestión les consigue pingües beneficios y que la situación de la tesorería es holgada.

Pero la cuestión realmente importante, a mi modo de entender, no es sólo si un puesto de trabajo es rentable para la empresa para la que trabaja, sino si lo es para la sociedad en general y si no sería razonable establecer, de la misma manera que hay un salario mínimo, un salario máximo. Siguiendo con el ejemplo de Antonio Garamendi, que no está ni de lejos entre los directivos mejor pagados de nuestro país, cabría preguntarse no ya si está justificado sino si es justo que por muy listo que sea y por muchas horas extras que trabaje gane cada al día más que un trabajador en un mes.

El banquero mejor pagado de Europa fue un directivo español del banco de Santander que en 2021 ganó 14,6 millones de euros. Es decir, cada hora ganó el salario medio mensual de un trabajador y en un día 40 veces el salario mínimo. No sé si este señor es un genio de las finanzas que trabaja 24 horas al día los 365 días del año, pero aunque tuviera el cerebro de Einstein y la capacidad de trabajo de un robot, se me antoja tan incomprensible como aberrante. Desconozco también si su trabajo produce grandes beneficios para el banco y para la sociedad, pero me da a mí que las dos cosas a a la vez son incompatibles.

Para establecer un salario máximo razonable deberíamos acordar que profesión y puesto debe servirnos como referencia. Estoy convencido de que la mayoría de nosotros estará de acuerdo en que lo más importante para la sociedad es el cuidado de sus ciudadanos, y la salud de estos estaría en primer lugar. No es por desmerecer a nadie, pero la carrera de medicina es mucho más difícil de aprobar y exige mucho más tiempo y esfuerzo para su finalización que económicas, empresariales o derecho, que suelen ser los grados que tienen la mayoría de los grandes directivos.

Por lo tanto, si estamos de acuerdo en que un médico no sólo aporta mayor beneficio a la sociedad sino que tiene que dedicar más esfuerzo para acabar sus estudios y realizar su trabajo, podríamos establecer que lo justo es que el sueldo más alto de nuestro país fuera para ellos, mediante una graduación según especialidades, dedicación, etcétera. ¿Cuál debería ser este salario? Evidentemente, la sociedad no se puede permitir pagar 14 millones de euros anuales a miles de médicos, ni tan siquiera los 400.000 de Antonio Garamendi. El salario medio de un médico en España está en torno a los 54.000 euros y el máximo no sobrepasa los 140.000, es decir nos caben casi 8 médicos por  Garamendi y 244 médicos por directivo del Santander.

Sí, ya lo sé, todo esto es pura demagogia, pero no me negarán ustedes que la demagogia muchas veces es más razonable que la insensata realidad.