Ha llegado el momento tan temido por algunos y tan deseado por otros: la repetición de elecciones. Y como en política la futurología suele fallar, seguramente algunos cálculos distarán mucho de lo esperado por unos y otros.

Quizá haya que tomar con más naturalidad el fracaso total o parcial de las legislaturas. Es más común de lo que pensamos en sistemas parlamentarios en donde no domina el bipartidismo. Estamos ante un nuevo escenario que nos asusta, porque el resultado de las sucesivas elecciones desde la vuelta de la democracia hasta la irrupción de los nuevos partidos, era meridianamente claro. Nunca había dudas sobre quién gobernaría y era prácticamente imposible que se produjera una investidura fallida.

Hay tres derechas, pero es solo una. Hay dos izquierdas, pero son cien. O mil. El cálculo puede convertirse en pesadilla

Por primera vez, estamos viendo al Rey cumplir una función que va más allá de lo protocolario, a la hora de encargar la formación de Gobierno a un candidato. Aunque tal vez, se eche en falta que sus atribuciones sean tan limitadas en una situación como la actual. Felipe VI, al que muchos llaman “el preparado” de manera despectiva, tiene una formación acorde con su cargo, mal que le pese a algunos. Formación que, visto lo visto, está muy desaprovechada. Vivimos en una monarquía parlamentaria, más allá de que mucha gente sea republicana convencida, y sería bueno que la neutralidad del monarca no le impidiera arbitrar y mediar para la formación del Gobierno. Sucede en varios países de nuestro entorno, en los que el Jefe del Estado –sea presidente o rey- tiene una función más activa que pasiva una vez que se conoce el resultado de las elecciones. Es verdad que para ese cambio de atribuciones del monarca habría que reformar la Constitución. Y si se reformara, bueno sería que el cambio fuera aún más profundo.

Este miércoles se ha convocado una sesión de control al Gobierno pero, como era de esperar, en lugar de sesión de control, ha sido el puntapié inicial de la campaña electoral. Hace un par de días, nos referíamos a la piromanía de esa suerte de reencarnación de Atila, Cayetana Álvarez de Toledo, que allí donde habla deja solo tierra quemada. Esta vez, en el Congreso, ha redirigido su fuego y ya no ha ido contra los suyos. No es más que la muestra de lo que ha sido una sesión bronca, en la que los reproches de unos hacia otros ha sido el único argumento.

La política de bloques vuelve a parecerse al bipartidismo. Hay tres derechas, pero es solo una. Hay dos izquierdas, pero son cien. O mil. El cálculo puede convertirse en pesadilla. La negativa de Pablo Iglesias y los suyos a una propuesta que hoy, seguramente, firmarían con las dos manos nos ha traído hasta esta situación. Y ahora es Pedro Sánchez el que puede ser la víctima de un error de interpretación de la realidad, basada en la siempre cambiante y caprichosa desmoscopia.

La suerte está echada. El riesgo de que los conservadores vuelvan a Moncloa es enorme y nada hace pensar que las izquierdas dejen de equivocarse de adversario, que es el que está a la derecha y no a su lado.

Enric Sopena es Presidente Ad Meritum y fundador de ElPlural.com