Moreno Bonilla debe dimitir. Lo ocurrido en Andalucía con el programa de cribado de cáncer de mama es tan grave que cuesta encontrar palabras. ¿Cómo habrán dormido estas mujeres que ayer pensaban estar sanas y hoy descubren que, quizás, llevan meses o incluso años conviviendo con un cáncer silenciado? ¿Cómo se afronta la noche sabiendo que el sistema sanitario, ese que debía protegerlas, no cumplió con su deber? Cada mujer afectada es una vida en suspenso, una familia atrapada en la angustia, una herida que nunca debió existir.

Mujeres que podrían haberse curado a tiempo verán su enfermedad avanzar innecesariamente. Otras ya no están porque nunca fueron informadas de que había sospechas en sus pruebas. Todo por la desorganización, los recortes y la falta de sensibilidad de un Servicio Andaluz de Salud que conocía desde hace más de un año los retrasos en la comunicación de resultados, como han documentado medios como Cadena SER, El País, La Voz del Sur o elDiario.es. No es justo. No lo es. Y lo mínimo que exige la dignidad política es que asuman responsabilidades.

Antonio Macías, portavoz de UGT Sanidad, lo ha resumido con crudeza: la externalización del servicio, la falta de personal, las listas de espera y la nefasta gestión de la Consejería han creado un cóctel perfecto para que ocurran barbaridades como esta. Lo más grave, denuncia, es que lo conocido solo es la punta del iceberg. Si esto pasa en un sistema de detección precoz, ¿qué pasará con una mujer fuera del rango de edad oficial que detecte síntomas?

Antes, cuando el cribado era gestionado directamente desde el hospital, un resultado dudoso activaba una respuesta inmediata: el radiólogo avisaba al personal y este contactaba con la mujer por teléfono o incluso en persona. Ahora, tras la privatización, las afectas entran en listas de espera cada vez más largas. Este cambio organizativo no es un detalle burocrático: puede ser la diferencia entre la vida y la muerte.

Los testimonios publicados son escalofriantes. María relataba en la SER que, dos años después de hacerse una mamografía, recibió una carta por correo ordinario citándola a nuevas pruebas. Charo, entrevistada por La Voz del Sur, contaba que en septiembre de 2024 se sometió a un cribado, pero al descubrir un bulto en el pecho tuvo que esperar meses a una ecografía. Finalmente, acudió a una clínica privada, donde le confirmaron que tenía un cáncer en estadio II. “Si no me lo noto, todavía estaría esperando”, confesaba.

Estos no son casos aislados, como aseguró al principio la Consejería de Salud. Primero dijeron que eran dos. Luego cinco. Después veinte. Hoy la propia Junta ha admitido que al menos 2.000 mujeres están afectadas por diagnósticos no concluyentes que nunca se comunicaron a tiempo. Y lo más grave: podrían ser muchas más. Cada año, unas 450.000 andaluzas participan en el programa de cribado. ¿Qué garantía tienen de que no ha habido más retrasos?

La presidenta de la Asociación de Mujeres con Cáncer de Mama de Sevilla (Amama), Ángela Claverol, lo dijo con toda claridad: “Hay medio millón de mujeres en Andalucía con un nudo en el estómago”. Medio millón de mujeres que hoy dudan si la falta de una llamada es sinónimo de tranquilidad o de abandono. Y tiene razón: la confianza en el sistema ha quedado rota.

Lo más doloroso no es solo el fallo, sino la reacción del Gobierno andaluz. La consejera de Salud, Rocío Hernández, habló de “manipulación” y redujo el problema a “tres o cuatro casos”. Las propias mujeres que acudieron a reunirse con ella aseguran que fueron tratadas con frialdad, casi con reproches, como si hubieran exagerado su situación. ¿Puede haber mayor insensibilidad? No hablamos de estadísticas, hablamos de vidas.

Los profesionales sanitarios también lo han denunciado. Médicos de hospitales andaluces reconocieron a pacientes que había casos de mujeres con pruebas “sospechosas o casi contundentes” de cáncer que aún no habían sido informadas, según recogió Cadena SER. No es una opinión: son testimonios públicos y verificables.

Frente a todo esto, Moreno Bonilla pide disculpas. Pero lo hace tarde y mal. Reconoce fallos, pero mantiene a su consejera. Habla de “protocolos”, como si se tratara de simples papeles perdidos en un cajón. No, señor presidente: no son protocolos, son vidas. No son números, son mujeres que hoy tienen miedo.

La oposición, desde el PSOE hasta Adelante Andalucía y Por Andalucía, ha exigido responsabilidades políticas inmediatas. Se pide el cese de la consejera, pero lo cierto es que la responsabilidad última es de Moreno Bonilla. Porque él prometió en 2022 mejorar el diagnóstico precoz. Y mintió. Porque en sede parlamentaria llegó a decir que no había listas de espera oncológicas. Y la realidad demuestra lo contrario. Porque, mientras miles de mujeres sufren, su gobierno ha seguido negando la evidencia.

El SAS asegura ahora que repetirá las pruebas a las 2.000 mujeres afectadas. Pero no ha explicado cómo ni cuándo. ¿La realización de todas estas pruebas van a suponer retrasar otras pruebas oncológicas? ¿Se sobrecargará todavía más al personal sanitario ya agotado? ¿O se derivará otra vez a la privada? La Junta tiene la obligación de dar respuestas claras, y no lo ha hecho. Ya está bien de titulares y anuncios. La cuestión es tan grave que urgen compromisos concretos.

La gravedad de este escándalo no se mide en titulares, sino en las historias concretas. Como la de Charo, que tuvo que pagar de su bolsillo para acceder a un diagnóstico. Como la de María, que se operó dos años más tarde de lo que debería. Como la de Lola, que escuchó de boca de su cirujano que había muchas mujeres con pruebas sospechosas sin informar. ¿Cómo repara la Junta de Andalucía ese dolor?

No hablamos de política partidista. Hablamos de humanidad. La presidenta de Amama lo dijo: “No venimos a hacer política, venimos a que se arregle”. Esa es la clave. Esto no va de colores, va de derechos, de vidas, de confianza en la sanidad pública. Por cierto, Señor Moreno Bonilla, esperamos y confiamos en que nunca más vuelva a ponerse el “lazo rosa” en el Día Internacional contra el Cáncer de Mama. ¡Ya está bien!

Señor Moreno Bonilla: usted y su consejera han fallado. Han fallado a las mujeres andaluzas, han fallado a sus familias, han fallado a la sanidad pública. No basta con pedir perdón ni con anunciar protocolos. Lo único que devuelve algo de dignidad es asumir la responsabilidad política y marcharse.

Por respeto a todas esas mujeres que hoy viven con miedo. Por justicia con las que ya no están. Por dignidad hacia Andalucía, que no merece un gobierno que tape fallos tan graves. Dimita, señor Moreno Bonilla. No por presión política, sino por decencia.

Síguenos en Google Discover y no te pierdas las noticias, vídeos y artículos más interesantes

Síguenos en Google Discover