Los retrasos sanitarios no son estadísticas frías: son diagnósticos que llegan tarde, enfermedades que avanzan sin control y familias enteras que viven atrapadas en una angustia insoportable. En la Andalucía de Moreno Bonilla, la espera se ha convertido en rutina, el colapso en paisaje y la incertidumbre en norma. Una comunidad con 8,5 millones de habitantes no puede permitirse un presidente que actúe como si no viera —o no quisiera ver— lo que ocurre en sus hospitales y centros de salud.

Porque esto no va de anécdotas ni de fallos puntuales. Va de un deterioro constante, generalizado y profundamente preocupante. Va de falta de planificación, falta de personal, falta de equipos… y, sobre todo, falta de responsabilidad política. Todo lo que está ocurriendo —en Málaga, Jerez, Sevilla, Córdoba o Almería— responde a un mismo patrón: un presidente, Juan Manuel Moreno Bonilla, que presume de una sanidad “de primera” mientras miles de andaluces viven en la práctica una sanidad que los relega a la espera.

Según El País, el Hospital Regional de Málaga tiene congeladas al menos 5.400 biopsias desde agosto. Para muchos pacientes, este retraso significa incertidumbre y la posibilidad de demoras en el inicio del tratamiento que pueden marcar la diferencia entre un tratamiento eficaz o llegar demasiado tarde. Y mientras tanto, la Junta de Andalucía habla de “normalidad” y “altas demandas”, como si las vidas en suspenso fueran un detalle sin importancia.

Esta situación deja claro que el problema no es coyuntural, es estructural. Faltan profesionales, faltan medios y falta una organización que funcione. Y cuando falta todo eso, lo que sobra es sufrimiento. Lo grave es que la Consejería de Salud lo sabía, tenía los datos y aun así permitió que se llegara a un escenario tan crítico.

Los malagueños no merecen vivir con la duda permanente sobre su propio diagnóstico. Lo que ocurre en el Regional no es una excepción: es el espejo de lo que significa la pésima gestión sanitaria de Moreno Bonilla.

En el Hospital Universitario de Jerez, las delegadas de CCOO denunciaron —y así lo recogieron varios medios— un retraso inadmisible: más de 5.000 TAC pendientes. No estamos hablando de pruebas menores, sino de estudios clave para detectar tumores, hemorragias o enfermedades que no admiten demora. La causa: falta de técnicos superiores en radiodiagnóstico y una plantilla trabajando al límite, sin refuerzos reales, según denuncia el sindicato.

La dirección presume de haber realizado 10.000 pruebas más que el año anterior, pero los propios trabajadores señalan lo evidente: no se debe a mejoras, sino al esfuerzo sobrehumano del personal, agotado y sin apoyos. Ni cubrir bajas, ni cubrir vacaciones, ni ampliación real de recursos. Los sanitarios sostienen a pulso un sistema que debería sostenerlos a ellos.

Y, de nuevo, el máximo responsable político tiene nombre: Moreno Bonilla. Porque un presidente que destina millones a campañas de autobombo no puede alegar desconocimiento cuando los hospitales están al borde del colapso.

La Cadena SER contó el caso de una mujer a la que el Hospital Virgen del Rocío tardó quince meses en darle cita para una colonoscopia. Quince meses para una prueba clave en la detección precoz del cáncer de colon. El resultado: cuando finalmente fue atendida, ya padecía un tumor grave.

Este caso hiela la sangre porque resume, con crudeza, lo que significa el diagnóstico tardío. La pregunta es inevitable: ¿qué hubiera pasado si hubiera sido atendida en el tiempo adecuado? ¿Cuántos casos más quedan ocultos en listas silenciosas y desbordadas?

Que un hospital de referencia como el Virgen del Rocío funcione así es la demostración definitiva de que la Junta de Andalucía está fallando en lo esencial, y de que Moreno Bonilla no puede seguir escondiendo la realidad tras discursos complacientes.

El caso recogido por FACUA en Córdoba es tan estremecedor como revelador: una paciente desarrolló metástasis en varios órganos después de meses de retrasos y de obstáculos burocráticos que impidieron un diagnóstico a tiempo. La asociación denunció que la paciente sufrió un abandono que nunca debió ocurrir en un sistema público.

Este caso muestra el lado más oscuro del deterioro sanitario: cuando la espera deja de ser un problema administrativo para convertirse en un problema vital. Y Córdoba tampoco es una excepción: es otra pieza del mapa de una Andalucía donde el cáncer avanza antes que las citas médicas.

La Junta, lejos de asumir responsabilidades, insiste en hablar de “plazos razonables”. ¿Razonables para quién? ¿Para quien gobierna en un despacho o para quien reza cada noche porque todavía no sabe qué tiene?

En Diario de Almería, UGT Servicios Públicos alertó de graves carencias en los servicios sanitarios de la provincia, desde falta de personal hasta equipos insuficientes y listas de espera que crecen sin control. Los profesionales advierten que están trabajando “con medios mínimos” y que la presión asistencial está alcanzando niveles insostenibles.

Que un sindicato denuncie algo así no es noticia aislada: es una constante en toda Andalucía. La plantilla no da abasto, los pacientes esperan meses y la Consejería de Salud responde siempre igual: negación, excusas y ninguna solución real.

Si Almería, una provincia que ya sufre desigualdad histórica, tampoco recibe recursos suficientes, ¿qué mensaje está enviando Moreno Bonilla? Que hay ciudadanos de primera y de segunda dentro del mismo sistema público.

Lo que une a Málaga, Jerez, Sevilla, Córdoba y Almería no es una casualidad, ni un repunte estacional, ni una coincidencia triste: es un modelo de gestión. Un modelo que externaliza, recorta, tapa agujeros y convierte los servicios públicos en una estructura cada vez más débil.

La responsabilidad última es del presidente de la Junta, Juan Manuel Moreno Bonilla, porque la sanidad se hunde por falta de dirección política, falta de inversión real y falta de valentía para enfrentar las consecuencias de sus propias decisiones. Cuando la salud de una comunidad depende de la suerte, el silencio y la paciencia infinita, algo va terriblemente mal.

Y ese “algo” tiene un responsable claro: un gobierno del PP que prefiere maquillar cifras antes que proteger vidas. Andalucía no necesita más excusas ni más propaganda. Necesita una sanidad que responda, que llegue a tiempo y que esté a la altura de quienes la sostienen. Y eso empieza por asumir que el deterioro ya no se puede esconder… y que cambiarlo es una urgencia moral que no admite ni un minuto más de espera.

Súmate a

Apoya nuestro trabajo. Navega sin publicidad. Entra a todos los contenidos.

hazte socio