Ha pasado un año, 365 días desde que la DANA arrasara con todo a su paso. Un tsunami de agua y lodo que se segó la vida de 229 vecinos. 229 hombres, mujeres y niños que no podrán volver a reír, llorar o abrazar a los suyos. Y todo por la inutilidad de aquellos que debían protegerlos. Hace 11 meses escribí un análisis titulado “Pisar el barro: crónica personal de un mes de DANA”. Y siento decirlo así, lectores, pero aquí, aunque el lodo ya no lo cubra todo, seguimos hundidos en el barro.

Ha pasado un año y la gente sigue aterrorizada cuando llueve. Muchos de nuestros niños no pueden dormir cuando empieza a llover, el miedo les aterroriza. El sonido del EsAlert con la DANA Alice despertó los peores recuerdos de todos. Paseamos por las calles y siguen sucias. Quedan muchas casas apuntaladas, calles por asfaltar y plantas bajas destrozadas. Vivimos en una falsa normalidad, empaquetada por nuestro políticos con lacito y todo, en falsa reconstrucción. El estrés post traumático, tan típico de quien ha sufrido una guerra, lo padecen muchísimos vecinos. Es un vecino más, como lo fueron los soldados que durante meses estuvieron ayudando. Y es que esto era territorio comanche tras la barrancà.

Dolor y rabia

Siento dolor, pero lo que más siento es rabia, mucha rabia, cuando veo que aquellos que estaban al frente del Gobierno Valenciano aquel 29 de octubre: el presidente Carlos Mazón y la vicepresidenta Susana Camarero, siguen en sus poltronas sin asumir ni un solo error, y lo que es peor, sin haber pedido perdón a los familiares de las víctimas y maltratándolas constantemente. Me supera. Me hierve la sangre.

Unas víctimas que son la dignidad en este asunto indigno e inmundo. Ellas, su energía y su lucha, son la gasolina para muchos de nosotros. Más de una vez este año he estado tentada de tirar la toalla, psicológicamente me está pasando una factura tremenda que va desde el insomnio al ataque de ansiedad. Pero luego voy a cualquier acto con ellas y sus abrazos son el chute que necesito para seguir adelante.

Gracias a ellas, y tengo que decirlo, a mi marido, mi familia, mis amigas Pilar y Susana (Psicólogas telefónicas cuando ya no puedo más), y a mis compañeros de oficio que me abrazan por detrás cuando llega un informe que me hace llorar a moco tendido en plena calle, he podido seguir adelante. Campos, Cris, Pedro, Laura, Rosana, Lucas, Gema… la lista es interminable. Gracias a todos, porque sin vosotros no habría aguantado.

Mi madre

Hace once meses hacía referencia en el análisis a mi madre, la gran mujer que se convirtió en mis ojos, y por tanto en los suyos lectores durante la noche del 29 y los días posteriores. Gracias a ella que grabó un material que ya lo quisiera Nolan, ustedes tuvieron acceso a imágenes brutales en primera persona. Ella, mi madre, es la autora también de la fotografía que acompaña este análisis.

Una instantánea digna de ser premiada y con la que quiero cerrar este escrito. Está tomada el día 30 por la mañana, tan solo unas horas después de que en su calle el agua alcanzara los dos metros. En ella se ve a mi vecina, sentada en medio del caos, dando de mamar a su bebé. Pues dentro de la destrucción la vida continuaba. Gracias mamá por todo.

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