Este miércoles la decana de esto del periodismo de tribunales, la gran María Peral de El Español, escribía un durísimo artículo sobre la exposición razonada al Supremo del polémico juez Juan Carlos Peinado. Peral explicaba que ‘Peinado basa su escrito en una transcripción errónea de la declaración del ministro como testigo’. ¿Error de su señoría o prevaricación? Esa es la pregunta que nos deberíamos de estar haciendo todos, lectores. Pero como siempre les digo, las conclusiones son solo suyas.

Y es que llueve sobre mojado con este más que polémico togado. No es la primera vez durante esta instrucción que Juan Carlos Peinado tergiversa la declaración de un testigo para llevar la causa por el camino que él ha elegido. Ya lo hizo cuando alteró la declaración de Juan José Güemes, y hasta tal punto fue así que tuvo que venir la Audiencia Provincial de Madrid para sacar a Güemes del asunto tras las mentiras de Peinado. Este ‘Caballo loco’ de la Justicia eleva a la categoría de arte la frase que reza “no dejes que la realidad del caso te estropee una buena imputación”. Es un juez que está en guerra con el Gobierno de Sánchez y no se esconde.

¿Dónde está el CGPJ?

La definición de prevaricación judicial según la RAE es: “Delito consistente en que una autoridad, un juez o un funcionario dicte a sabiendas una resolución injusta”. Pues bien, yo no digo que prevarique, pero sí digo que miente, ya sea consciente o inconscientemente, en algunas de sus resoluciones al tergiversar la realidad de lo declarado en las testificales. Y esto es muy grave, tan sumamente grave como para que el Gobierno de los jueces, el sacrosanto Consejo General del Poder Judicial meta mano en el asunto e investigue qué está pasando.

Alguien debería, de forma oficial, ver qué está sucediendo aquí sin perder un minuto más. No debemos olvidar que los delitos de los que acusa Peinado a Begoña Gómez, a su asesora Cristina Álvarez y, ahora, al ministro de Justicia, Félix Bolaños, son muy, pero que muy graves, y conllevan penas de prisión muy elevadas. Poca broma con los errores de su señoría, que estamos hablando de la libertad de las personas.

Nadie, y digo nadie, ya sea del ministro al roba gallinas, debería recibir una resolución judicial que tergiverse lo que ha dicho en una declaración. Pero claro, perro no come perro. Luego los togados se echan las manos a la cabeza, y se escandalizan, de las críticas que reciben, de que se hable de corporativismo entre ellos o de que la gente cada día crea menos en la Justicia y opinen que hacen política utilizando sus togas. 

Todos sabemos que la mayoría de jueces y fiscales de este país hacen un trabajo excepcional, y dentro del marco de sus atribuciones. Pero cuando quienes pueden hacer algo contra los que ensucian el buen nombre de la Justicia miran para otro lado, pasa lo que pasa. La realidad les atropella día tras día sin que ellos muevan un solo dedo, algo inaceptable en una democracia.

Súmate a

Apoya nuestro trabajo. Navega sin publicidad. Entra a todos los contenidos.

hazte socio