No Hay nada peor que un necio venido a más. Lo digo por el incalificable presentador Pablo Motos, y sus comentarios, no sólo despectivos, sino además maleducados e incultos sobre “el acento andaluz”, en una entrevista al compatriota bético Roberto Leal. No es la primera vez que salgo al paso de alguien que, anclado en topicazos rancios y reaccionarios, ataca Andalucía y lo andaluz, y me temo que no será la última. No sé qué espera la Junta de Andalucía para declarar al corto de altura, intelectual, “persona non grata” por su menosprecio de nuestra cultura y sus gentes. Claro que tampoco lo hizo con la multimillonaria e impresentable ex ministra Isabel García Tejerina por actitudes y declaraciones similares. Por mucho que el señor Moreno Bonilla, presidente del Partido Popular andaluz nacido en Barcelona, y presidente tripartito de la Junta, haya condenado sus declaraciones, resulta inadmisible que no se sea más firme, en vez de marear con variaciones unipersonales del escudo de la Junta.

Desgraciadamente no es nuevo, cada vez que un cavernario, un exaltado, un fascista, o un imbécil necesita reafirmarse, vender su discurso político, o confrontar su identidad, el blanco es Andalucía y los andaluces. Forma parte, además de una incultura secular y su prejuicio; una forma que yo llamo “pensamiento mesetario”. Una visión de la falsa mitología de la mal llamada reconquista, según gente seria como Ortega y Gasset o como el historiador Ferrín. Una perspectiva de lo andaluz como de conversos, infieles y disipados, reconvertidos en vasallos, mano de obra humillada que debe seguir siéndolo. Ridiculizar lo andaluz es, además de insultante y discriminatorio, un ejercicio de desconocimiento superlativo; de nuestra madre hablamos nosotros, nadie más, y mucho menos con prepotencia, tópicos e insultos, para denigrarla.

Perdonen que me ponga flamenco, es que a uno le puede la tierra, que vamos a hacerle, y más cuando ha dado algunos de los nombres fundamentales de la cultura española en literatura, música, pintura, política, y un largo etcétera de disciplinas humanísticas, eso sí, con acento andaluz. No es que tenga nostalgia de las ferias que ahora se prodigan en la geografía andaluza, nunca me interesaron demasiado a pesar de nacer en Jerez, que tenía dos, la de la Vendimia y la del Caballo, respetándolas mucho, pero sí estoy un poco hasta la peineta, de que desde ámbitos como el de la política o los medios de comunicación se ridiculice lo andaluz con tanta ligereza y mala intención.

Oyendo las palabras y el tono del señor Motos a uno le viene a la memoria ese prejuicio presuntamente castellano viejo e inquisitorial de los mal llamados Reyes Católicos que hicieron de sus intereses territoriales una cruzada a sangre y fuego contra lo andalusí. Además, al hablar, constantemente incurre en patadas a la gramática española, gravísimas, como “la dije”, etcétera, etcétera. Una monstruosidad gramatical conocida como “laismo”, “leismo” y “loismo”. En su caso un gesto más de lo que lingüísticamente se conoce como “fenómeno de ultracorrección”, que en Román paladino es el resorte de un acomplejado por mimetizarse con lo que cree “la norma convencionalmente aceptada”, para acabar señalando supuestos errores ajenos cuando el que los comete por complejo es él. Tampoco sus conocimientos en lengua parecen muy vastos, más bien bastos, ya que, según los padres de la lingüística, lea un poquito de Saussure o Chomsky, o lea, simplemente, que para eso le paga Planeta, se distinguen, perfectamente dos conceptos como son “Lengua y Habla”; el primero como el código cerrado de comunicación con todas sus reglas, excepciones y signos, y el segundo, como la manera particular de articularlo en cada región, con sus giros, sustratos históricos, características modales, etcétera. De ahí que el “habla” o “acento andaluz”, no sólo no sea incorrecto, sino es que es lingüísticamente válido. Su ignorancia es tan sangrante y escandalosa como cuando la señora Nebrera, entonces militante del PP de Cataluña, llegó a decir que no entendía a los andaluces, insultando a casi nueve millones de personas, y convierte su “habla” en un “chiste”. Verá usted señor, da la casualidad que según todos los estudios lingüísticos, los sitios donde se construyen mejor el castellano es en Andalucía, Levante, Canarias y Latinoamérica, al margen de su habla que a usted le causa tantos problemas de comprensión, frente a otros lugares, incluso el oriundo del idioma, que es Castilla, donde los “laísmos”, “Loísmos” y “leísmos”, por poner un ejemplo ya citado, han desvirtuado la construcción de la lengua, aunque su habla sea más neutra en su articulación y asequible para una mente plana como la suya. No es que a mí me sorprenda que una persona supuestamente formada se comporte en sus afirmaciones como un “Skin head”. Necios -que etimológicamente significa “el que no sabe” o “el que desconoce” – por no decir otro calificativo más preciso, los hay en la política, en la universidad, en la judicatura, y, evidentemente, en la televisión.

Estoy convencido que a mí, que también soy andaluz, me entenderá perfectamente cuando le diga que esa actitud, recuerda demasiado, quizá no pueda evitarlo, a las maneras caciquiles de una parte y otra de nuestro país, en la que los andaluces y los extremeños no eran más que los bufones, la mano de obra miserable y explotada por los que mantenían una serie de privilegios sociales a costa del sudor de la frente ajena. Quiero decirle que, una vez más, demuestra su ignorancia por una cultura como la andaluza, repito, milenaria, que ha dejado en nuestro bagaje nombres fundamentales, por no retrotraerme a los días de la ciudad de Gades y su escritores, como Columela, Luis de Góngora, Cernuda, Alberti o Lorca, u otros más recientes, como Juan Ramón Jiménez o Vicente Aleixandre, dos de los pocos premios Nobel de Literatura, de los españoles, que no sé si le suenan. Todos ellos hicieron, y siguen haciendo, pues su legado perdura, más grande nuestra historia, nuestra cultura y nuestra lengua, con acento andaluz. A Andalucía y los andaluces, también le debe nuestra historia de la democracia que todos las autonomías tuviesen derechos equiparables y fuesen reconocidas. No se olvide tampoco de eso.

Somos muchos los andaluces formados y educados, como en mi caso, que distinguimos el trigo de la paja y, usted, no se representa más que a sí mismo, y ha quedado retratado, y a los que como usted siguen anclados en el desprecio a los demás, y no a una región concreta. Además de mis maravillosos maestros andaluces, he tenido amigos fundamentales en mi vida, catalanes, vascos, latinoamericanos, y de cualquier género y condición, como Terenci Moix, Manolo Vázquez Montalbán, Fernando Quiñones, Cristina Peri Rossi, José Saramago, José Antonio Zarzalejos, Antonio Hernández o Ernesto Cardenal y un largo e inteligente etcétera, con los que me entendí y entiendo perfectamente, porque la inteligencia, la educación, la cultura y la bondad son universales. La mala educación y la estupidez, como la suya, también. No ha sido usted, señor Motos, ni educado con su invitado, ni inteligente para sus propios intereses. Ha demostrado su desprecio, desconocimiento y falta de respeto por lo andaluz y los andaluces. Yo insto a todos esos millones de andaluces a que dejen de ver su programa, en correspondencia, y a dejar de comprar los productos que en él se publicitan. Tal vez desde su baja estatura moral e intelectual, aprenda así algo, no por respeto a los demás, sino por las consecuencias que sus palabras y actos acarrean. Al fin y al cabo, es usted tan básico que, me temo, los argumentos filológicos o intelectuales les resbalan pero, en su escala de valores, un buen revés de anunciantes y audiencia, tal vez lo resitúen en la realidad.