Al alba y con suave viento de levante, Santiago Abascal se embarcó el pasado jueves rumbo a Ceuta dispuesto a frenar la invasión marroquí. En el mismo helipuerto nuestro héroe fue recibido por una compañía de Regulares, que se cuadraron ante él  en señal de respeto por su exitosa carrera militar. Tres prórrogas por estudios, para ser más exactos.

Aunque el heredero del Cid iba preparado para lo peor, no pudo evitar que su corazón le diera un vuelco cuando se percató del peligro que estaban corriendo nuestras tropas ante el cruento ataque de los africanos. No muy lejos de él, una indefensa miembro de la Cruz Roja estaba siendo víctima del embate de un desalmado que, armado de lágrimas y lamentos, buscaba la compasión de nuestra compatriota. Afortunadamente y, gracias a la heróica actuación de Santiago, el sanguinario enemigo tuvo que retroceder allende de nuestra frontera.

Todavía no recuperado del esfuerzo, Santi pudo ver con espanto como un bebé magrebí intentaba ahogar, no muy lejos de la playa, a un indefenso buzo de la Guardia Civil. El joven enemigo, que buscaba ganarse la confianza de nuestro militar, permanecía inerte mientras su madre, en una astuta maniobra de combate, simulaba hundirse enredada entre sus ropas. Aún a riesgo de que el último implante de pelo pudiera sufrir con la sal del agua marina, Abascal se lanzó al mar en pos de nuestro conciudadano y, tras un largo forcejeo con el bebé, consiguió llevar sano y salvo hasta la playa al miembro del Grupo Especial de Actividades Subacuáticas.

Pero aún quedaba por cumplir la verdadera finalidad de la misión del líder voxiano. Mientras cientos de pérfidos marroquís adolescentes deambulaban a su alrededor con la intención de poner a prueba sus acerados nervios, el futuro caudillo de España, con su aguda visión de águila imperial (ibérica, por supuesto), localizó su objetivo y se lanzó sobre él. El cámara del programa de Ana Rosa Quintana, ante el ímpetu y determinación de nuestro paladín, apenas tuvo tiempo de enfocarlo antes de que la ilustre escritora y periodista pudiera iniciar, al borde del éxtasis, su retahíla de loanzas. No contaban con la intervención de unos agentes del orden que intentaron boicotear, al grito de "aquí no se puede grabar", el momento histórico que se estaba viviendo. Pero no ha nacido aún quien pueda interponerse en el destino propagandístico de quien está llamado a salvar el futuro de nuestra patria.