En las Elecciones Europeas de 2014 Podemos irrumpe con fuerza en la política española, al obtener 5 escaños y casi el 8% de los votos, superando a todas las fuerzas nacionalistas y a 2 puntos de la IU de Willy Meyer. Fue el efecto retardado del 15M de 2011 y la ilusión de muchos ciudadanos, que vieron, por fin, un camino claro hacia un poder de izquierdas. El 20 de diciembre de 2015 el partido se alzó con 69 diputados en las Elecciones Generales y se convirtió en la tercera fuerza política española. 10 años después, sus 4 diputados en el Congreso están refugiados en el Grupo Mixto, convertidos en otra piedra en el zapato para Pedro Sánchez, que los necesita para mantener su mayoría.

En medio, la caída de prácticamente todos los líderes que rompieron la barrera en 2014 y la desaparición paulatina de la acción social y urbana, sustituida por un espíritu de supervivencia, a la espera de mejores tiempos, que les permitan rearmarse. Hay que reconocer que no lo han tenido nada fácil; empezando por la campaña orquestada por el Partido Popular y su cuerpo de policía particular, llena de mentiras, con cierto apoyo judicial y de algunos medios de comunicación.

De aquellas incriminaciones, especialmente las que les acusaban de estar financiados con dinero de Venezuela, no queda nada demostrado ni nadie ha sido condenado. Tampoco nadie les ha pedido disculpas, incluso después de cerrarse definitivamente el Caso Neurona, que ha tenido imputados durante más de 3 años a alguno de sus dirigentes. Nadie ha podido demostrar nada. Estas acciones continúan hoy con otras personas, esta vez del entorno del presidente Sánchez; porque da lo mismo que se queden en nada; lo importante es el ruido diario y la pena de telediario para socavar a estos izquierdistas que se creen con derecho a gobernar, cuando de toda la vida es la derecha la que debe hacerlo, como Dios manda.

Podemos se ha ido desinflando y, con ello, el final de la ilusión de muchos por la ruptura del bipartidismo, con el entierro también de Ciudadanos, el partido naranja. La política sigue siendo cuestión de PSOE y PP, este último ayudado y contaminado por la extrema derecha de VOX. Y, a la izquierda, Sumar, buscando también su propio sitio, con desigual suerte.

En agosto de 2014 participé en la Escuela Itinerante de Verano de Podemos, en la Sala TNT de Sevilla, porque prometían unos talleres sobre Prensa y Redes Sociales muy atractivos. Allí hice lo único que sé hacer, tomar notas y publicar en mi blog una reseña, que luego apareció en algunos medios generalistas. La desaparecida Carolina Bescansa hizo tal ejercicio de pragmatismo, que dejó en segundo lugar asuntos como el aborto, a favor de los temas transversales que, según ella, deberían conformar la acción directa: Acabar con la corrupción, decidir el modelo económico con el que queremos vivir y recuperar la soberanía popular. Todo lo demás es secundario, incluido, como digo, el aborto.

Claro, aquello trajo cola por la protesta de muchos colectivos feministas y me acusaron de no haber informado con calidad, por lo que solicité que se hiciera pública la grabación del acto, de la que existían dos copias, sin que, hasta hoy, se haya hecho. Aquello ya es historia, en términos de ideología y liderazgo, a pesar del pragmatismo puesto en evidencia. Es verdad que lo han tenido y lo tienen muy difícil, pero también es cierto que deben replantearse objetivos y volver a poner los pies en el suelo para que los votantes vuelvan a recuperar la ilusión en un partido a la izquierda del PSOE, que lleve a éste a replantear sus políticas.

De aquella reunión de Sevilla recuerdo la paella comunitaria que nos comimos al mediodía, con jóvenes ilusionados por un futuro que hoy, diez años más viejos, probablemente les sabe a decepción.

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