Un estadio de fútbol. Un club de moda. Un concierto. Un teatro. El cine. Estamos acostumbrados a los controles de acceso. Forman parte de nuestra vida. Otra cosa es que se establezcan esos controles para una ciudad entera. Es lo que está sucediendo ahora en Venecia.
Avalancha diaria
La ciudad italiana no puede más. Es el precio por ser el sinónimo de turismo en todo el mundo. La avalancha diaria de visitantes que cuadruplica cada jornada la población está degradando la ciudad de manera más veloz y drástica incluso que el constante golpeo del mar contra sus estructuras.
Las autoridades de Venecia no han tenido más remedio que instalar tornos de acceso a la ciudad. Estos controles se han ubicado en la única entrada terrestre y van contando el número de turistas que entran. Llegado un número se bloquean e impiden que nadie más acceda a la ciudad de los canales.
Protesta ciudadana
Esta medida coincide con una serie de carteles improvisados que han aparecido en las paredes de Venecia. En ellos se denuncia con bastante sarcasmo a los turistas que eligen apartamentos privados alquilados para sus estancias. Se les acusa de dar la puntilla a los habitantes autóctonos elevando el precio del alquiler, ya por sí disparado.
En cualquier caso, el cierre de la ciudad no ha sido bien acogido por los venecianos. Acusan a las autoridades de convertir Venecia en una especie de parque temático, si no lo era ya. Consideran que esta medida termina de culminar el enfoque al turismo sin tener en cuenta otros criterios como, precisamente, la subida del precio de la vivienda. Las protestas han sido tan radicales que los manifestantes llegaron incluso a arrancar uno de los tornos recientemente instalados.