En unos Juegos Olímpicos especialmente rodeados de polémica por las circunstancias del país organizador, por la exclusión y posterior readmisión del equipo ruso por las acusaciones de dopaje institucionalizado y por la creciente mercantilización del evento, todavía hay situaciones que ayudan a los aficionados al deporte a reconciliarse con el auténtico espíritu olímpico.

Diez deportistas

En esta edición ese honor recae sin duda en el Equipo Olímpico de Refugiados. Este equipo se ha formado con atletas seleccionados por los comités nacionales, pero que tienen estatus de refugiados o han solicitado asilo, después de huir de sus países por motivos como conflictos armados o persecuciones políticas. Congoleños, etíopes, sudaneses y especialmente, sirios, son las nacionalidades que componen este equipo tan especial formado por diez deportistas y patrocinado por ACNUR, organización de Naciones Unidas para los refugiados. Los gastos derivados de la participación de los miembros del conjunto de refugiados corre a cargo del Comité Olímpico Internacional, a través de su organización Solidaridad Olímpica. Es la primera vez que un equipo de estas características participa en la cita deportiva más importante del planeta.

Una estrella siria

La estrella del equipo es la nadadora siria Yusra Mardini. Mardini ha relatado cómo huyó de Siria junto a su familia y cómo su embarcación zozobró en las aguas del Egeo y ella, junto a su hermana, tuvieron que empujar de la barca a nado hasta la costa.  Mardini competirá en los 100 metros libres y mariposa. La entrada del Equipo Olímpico de Refugiados fue el momento más emotivo de la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos de Río 2016. Desfilando bajo la bandera olímpica portada por la atleta sursudanesa Rose Nathike Lokoyen, su presencia desencadenó la ovación más calurosa de toda la noche en el estadio de Maracaná.