El pasado jueves, 700 ejemplares de ballenas de la especie ‘piloto’ o ‘calderones’, con unos 6 metros de longitud y más de tres toneladas de peso, quedaron varadas en la costa de Nueva Zelanda, en la bahía Golden. Fue el mayor encallamiento de estos mamíferos en el país desde 1985, y eso que tiene uno de los mayores registros de encallamiento de ballenas y delfines del mundo. Aproximadamente, unos 300 ejemplares de ambas especies fallecen cada año a orillas de sus playas, y en particular esta bahía es propensa a albergar estos episodios, porque en ella baja mucho el nivel del mar.

No sabemos por qué encallaron las ballenas

Todavía se investigan las causas de este encallamiento que aún se investiga, y se habla de corrientes marinas que podrían llevar a confusión y desorientar a los cetáceos al alterar sus sistemas sensoriales, e incluso de errores de navegación debidos a la vejez y de que el hecho podría deberse a la contaminación acústica. Entre tanto, las autoridades neozelandesas y grupos de voluntarios han estado sumidas en labores de rescate, y han conseguido que 400 ejemplares se devolvieran al mar, aunque unos tres centenares han muerto. Desde que se detectó al primer grupo de ballenas varadas, cientos de personas se acercaron a la zona arenosa conocida como Farewell Spit, en el noreste de la Isla Sur, para intentar reflotar a los animales a pesar de las bajas temperaturas y la presencia de tiburones y rayas merodeando los restos.

La causa, los gases del intestino

Ahora, las tareas pasan también por agujerear esos cadáveres, para evitar que exploten, porque se corre el riesgo de que el intestino del animal salga disparado por los gases que tienen los cetáceos en su interior. Un grupo de personas trabaja haciendo agujeros en los restos sin vida de los mamíferos marinos para que sirvan como válvula de escape y evite la explosión de las vísceras de estos cadáveres hinchados, que contienen un montón de bacterias en el estómago.