Si Papá Noel nos deja esta Nochebuena algún LEGO debajo del árbol, podemos replicar el experimento que realizó un grupo de científicos británicos de la Universidad de Lancaster, congelando una figura y cuatro bloques de esta famosa marca a casi cero absoluto (-273,15 grados centígrados), que se considera la temperatura más baja posible, y es 200.000 veces más fría que la temperatura de media de una habitación y 2.000 más fría que el espacio profundo.

La revista Scientific Reports publicó el pasado lunes los resultados de esta investigación, relevando que, en esas condiciones, el material adquiere propiedades que "podrían ser útiles en el desarrollo de la computación cuántica". El director de la investigación, Dimitry Zmeev, indicó que "la disposición de las abrazaderas entre los bloques de Lego hace que las estructuras se comporten como un aislante térmico extremadamente bueno a temperaturas criogénicas", lo cual es interesante "para la construcción de materiales usados para el diseño de futuros equipos científicos como los refrigeradores de dilución". Son un tipo de aparatos inventados hace 50 años y sobre los que se han interesado la física y la ingeniería experimental moderna, lo que incluye el desarrollo de ordenadores cuánticos.