Durante siglos, los mineros de carbón bajaban a las galerías con un canario enjaulado. Mientras picaban el material, el ave cantaba. Pero cuando el canario dejaba de hacerlo y moría, los trabajadores salían corriendo de las minas. Era la señal de un escape de grisú. Ahora está ocurriendo lo mismo con los gorriones en nuestras ciudades. Pero nosotros ignoramos este síntoma.
Un 63% menos de gorriones
Porque la población de gorriones está reduciéndose drásticamente en nuestras ciudades. Y eso es la señal de que los entornos urbanos son cada vez más nocivos. Para estas pequeñas aves, y, lógicamente, también para nosotros.Desde el año 1980 hasta en 2014, la población de gorriones en las grandes ciudades europeas descendió nada menos que en un 63%. En Gran Bretaña, por ejemplo, esta bajada fue nada menos que de 10 millones de gorriones en tan solo una década. En otros países, como España, se han perdido 8 millones de ejemplares entre 1998 y 2016.
Año del Gorrión
Aunque SEO/BirdLife catalogó
2016 como el año del gorrión, lo cierto es que sus acciones de denuncia no han sido muy efectivas. Solo en ese año, han desaparecido el 7% de estas pequeñas aves. En ciudades como Londres o Pekín, prácticamente ya no existen. Aunque no es solo un problema de los gorriones que viven en las ciudades, dado que también se han reducido drásticamente las poblaciones en áreas rurales.
Los motivos
Los modelos de desarrollo urbano parecen estar detrás de esta extinción silenciosa. Los gorriones de las áreas urbanas presentan malnutrición, anemia y deficiencias en el sistema inmunitario. Estos síntomas se relacionan con el aumento de la contaminación y la falta de alimentos.También se han reducido sus espacios de nidificación. Y un factor que no parece importante. Los sistemas de construcción basados en el hormigón y la falta de zonas verdes les ha afectado mucho. Al carecer de espacios con arena en los que poder bañarse, los animales son más propensos a las plagas de parásitos.En las área rurales, los problemas vienen derivados de dos factores. Por un lado, el empleo de plaguicidas que están acabando con su alimento y envenenándolo. Por otra parte, la mayor eficiencia en la recogida de las cosechas deja pocas semillas en el suelo con las que los gorriones puedan alimentarse.