¿Adónde va Internet? Parece una buena pregunta. Mientras que hace algunos años, se consideraba que Internet era estupendo en sí mismo, cada vez oímos más voces autorizadas que nos advierten de los peligros que acechan a este séptimo continente. Y nuestra propia experiencia completa el panorama. Ya no pensamos que todo es genial en Internet. Es más, si le preguntas al usuario medio, es seguro que te sacará dos o tres pegas antes de hablarte de los beneficios.

Lo dice Tim Berners-Lee, creador de Internet

Una de las voces que nos señala esos peligros es nada menos que Tim Berners-Lee. El científico e ingeniero británico que está considerado como el padre de la web. Fue él el primero que estableció la primera conexión remota utilizando el protocolo HTTP que rápidamente se convirtió en el estándar que todo el globo utiliza hoy en día. Desde la web del Foro Económico Internacional señala que Internet es muy distinto de lo que fue en décadas anteriores, ni que decir de la idea primigenia con la que se creó. Y puede estar en serio peligro.

Datos, fakes y política

La primera de estas amenazas es el escaso, por no decir nulo, control que los usuarios tienen sobre sus propios datos. Pese a que nos dicen una y otra vez que las páginas web son entornos seguros que nada sale de lo que hay metemos, estamos hartos de oír noticias en sentido contrario. Es todo consecuencia de un nuevo modelo de negocio cien por cien de Internet. Un modelo en el que el usuario, sus datos, se han convertido en la mercancía. Ya lo dice un viejo aforismo económico: “cuando algo es gratis, es porque el producto eres tú”.  

Lo falso parece real

El segundo peligro también lo conocemos bien. Es la facilidad con la que la información falsa circula y se toma como veraz. Si Internet deja de ser un lugar de referencia para el público, perderá una parte esencial de su utilidad. Eso por no hablar de los ejército de bots que nos intoxican con información orientada a hacernos comprar o creer cualquier cosa. El tercer reto deriva en buena medida de este. Es la facilidad con la que la agenda política se cuela en nuestras pantallas disfrazada de información. La escasa transparencia de aquellos contenidos que no buscan que sepamos más. Que solo pretenden que sepamos determinadas cosas y de determinada manera. La victoria de Trump y cómo la información sobre él copó los feeds de las redes sociales durante los días anteriores a las elecciones norteamericanas es el último y más escandaloso ejemplo.