Si hay alguien que encaja en el retrato robot del aventurero, es Sebastián Álvaro. Premio Nacional de Deporte, periodista, escritor, alpinista y entusiasta contagioso, fue el creador y director de aquel programa de aventura que rompió moldes y marcó a varias generaciones: Al filo de lo imposible (TVE). Aún en activo, ha andado y desandando los Polos Norte y Sur, el desierto del Taklamakán, el cañón del Yarlung Tsangpo, la Antártida, Tierra de Fuego, la cordillera del Karakórum o las islas Georgias del Sur, soportando situaciones límite. Le pedimos algunos consejos y apoyo moral para sobrellevar nuestro confinamiento.

Anda que no has cultivado la paciencia y el riesgo en tus viajes.

Pues imagínate: llevo doscientas cuarenta expediciones y en todas ellas he estado confinado en tiendas de dos metros por uno, en condiciones muy duras: con mucho frío, con un calor insoportable, con humedad cuando llovía, sin poder lavarme en tres meses, teniendo que hacer mis necesidades dentro de la tienda y junto a los compañeros… Ahora mismo nos jugamos mucho con el Covid-19, una enfermedad que se propaga rápidamente y de la que sabemos muy poco, que desafía la vida de muchos ciudadanos y nuestro sistema sanitario de convivencia. Pero, sin restarle la gravedad que tiene, tenemos que intentar racionalizar la situación. No está mal que utilicemos el lenguaje bélico, pero los límites que podemos aguantar están mucho más lejos. Combatieron en la Primera Guerra Mundial muchos de los alpinistas que luego han escalado el Everest, entre ellos los médicos Somerville y Atkinson, que estuvieron cinco años en el frente y todas las mañanas se desayunaban ese triaje con el que ahora nos estamos familiarizando, el proceso por el que se evalúa la gravedad de los pacientes y, en estos casos de sobrecarga, se decide a quién se prioriza. Ellos tenían que decidir sobre amputaciones, supervivencias… No olvidemos que una guerra es eso.

¿Cuál ha sido tu expedición más dura en cuanto a confinamiento?

Yo creo que la segunda que hice al K2 [una montaña que pertenece a la cordillera del Karakórum, ubicada en el Sistema de los Himalayas, que, con 8.611 metros, es la segunda montaña más alta de la Tierra tras el monte Everest, y para muchos es la más difícil de escalar junto con el Annapurna y el Nanga Parbat]; allí estuvimos recluidos veinte días en las tiendas, sin movernos del campo base, nevando sin parar y con un frío horroroso. Y también las de la Antártida con las exploraciones polares, en este caso sobre todo por el frío tremendo que se pasa y lo cerca que sientes el miedo a morir. Con el Covid-19, en muchísimos casos también está en juego la supervivencia, pero no todos la valoramos por igual, depende de si estamos en grupos de riesgo o vivimos en barrios que sufren malas condiciones de vida.

¿Qué consejo nos puedes dar para evitar la ansiedad de estar en casa y rodeados de estas terribles noticias?

Primero, mantengamos la sangre fría. Podemos reaccionar de maneras muy diferentes ante todas las situaciones de estrés que afrontamos: hay gente muy valiente en determinadas ocasiones que entran en pánico en otras; se ha comprobado en guerras, atentados, campos de concentración o en las aventuras. El miedo no es negativo per se, es una emoción primaria que nos ha permitido sobrevivir como especie, nos mantiene alertas y precavidos, y nos ha hecho valorar cuándo tenemos que huir. Pero, así como el fuego nos ha servido históricamente para cocinar o ahuyentar al mismo tiempo que ha podido calcinarnos, tenemos que controlar el miedo, y eso lo logramos con la inteligencia, sabiendo leer la situación y sacando lo mejor de nosotros mismos. Pensando a medio plazo, racionalicemos, calmémonos repitiéndonos que estamos preparados para hacer frente a esto, porque España es un país que, a diferencia de otros, tiene acceso universal a lo básico. En este sentido, como decía aquel símbolo de resistencia que era Ernest Henry Shackleton [un explorador polar anglo-irlandés, una de las principales figuras en la exploración de la Antártida], seamos “condenadamente optimistas”; no en vano, tuvo un barco al que bautizó como Endurance (resistencia). Ser pesimista en una situación tan dolorosa no solo no te ayuda sino que te puede condenar, los optimistas trabajamos y nos esforzamos más. Y a corto plazo, necesitamos disciplina, aunque esté mal visto el concepto; tenemos que ser disciplinados para hacer frente a nuestros problemas y avanzar en su superación. Confinarnos dentro de casa unas semanas es una molestia para todos, sobre todo si eres como yo y te gusta caminar al aire libre, pero pensemos que lo tenemos que asumir voluntariamente porque es lo que se espera de nosotros y lo que los expertos aconsejan para frenar los contagios: muchas veces, para sobrevivir hay que resistir, sabiendo que estás haciendo lo que es necesario o imprescindible en esas circunstancias. Por último, para aguantar el encierro, podemos usar pequeños trucos para engañar a la mente, a la percepción, con pequeñas obligaciones cada día: escribir por la mañana, cambiar un punto de luz por la tarde… Tengamos cosas que hacer, no nos abandonemos, ni nos dejemos llevar por la pereza, la desidia o el victimismo. Y al acabar el día, hagamos un recuento, para nuestra propia satisfacción.

Hablabas de los muchos miedos que tenemos. Con el Covid-19, además de que están en juego muchas vidas, también sufrimos un miedo económico y social, hay mucha gente que ya ha perdido su trabajo, quizá solo temporalmente, o siente que va a perderlo.

Por eso es tan importante actuar con inteligencia. Cuanto mejor sea el análisis, mejor será la estrategia. Si estás trabajando en el Turismo, piensa que se acabará recuperando después de resentirse, y hasta entonces, analiza cómo puedes planificarte para vivir con menos o explorar otras opciones, y, por supuesto, prepárate para trabajar duro y aprender de los errores. Y por esto también es importante algo que echo de menos en la gente que nos gobierna a todos los niveles administrativos: mayor claridad en lo que están haciendo y en lo que esperan de nosotros, para que podamos tomar nuestras propias decisiones. Y que den ejemplo, que es lo que hacía Shakelton. En 1914, al inicio de la Primera Guerra Mundial, se propuso atravesar el continente antártico, del mar de Weddell al mar de Ross pasando por el Polo Sur. Si logró sobrevivir con su equipo fue gracias al carácter ejemplar y sacrificado de Shackleton, al que todos llamaban El Jefe, y que entendió que no podrían salir vivos si no estaban unidos, y puso tareas a todo el equipo asumiéndolas él primero: tenía autoridad moral sobre los suyos porque, cuando había que jugarse la vida, era el primero en hacerlo. La verdad, en esta crisis confío más en la competencia de los profesionales que estamos conociendo en los niveles técnicos que en los políticos.

Ahora, como en las expediciones, es fundamental el trabajo en equipo.

No hacemos nada importante en la vida que no sea acompañados. Y desde hace 500 años, los problemas que tenemos son globales, y no digamos en una pandemia, de la que nadie se va a salvar solo: es una cuestión de una sociedad civil, de salvarnos todos como sociedad. Desde un punto de vista estratégico, es suicida ir por tu cuenta. Por eso es tan importante que la gente que nos lidera lleve bien el timón y nos diga qué requiere de nosotros. Que nos dirijan bien, que nos indiquen los esfuerzos que vamos a tener que hacer, ya sea en forma de más impuestos, más ayuda a los más desfavorecidos… Como cuando voy a escalar, no cabe otra que ir por donde te indican y colaborar, por tu propio bien y el del resto. Si lo hacemos bien, tendremos más autoridad moral ante las generaciones que nos sigan.

¿Qué ejercicio estás haciendo en casa?

Tengo un pequeño jardincito y camino por él, dando unas vueltas. Y luego, subo y bajo la cuesta del garaje, en la que me turno con mi mujer para que solo estemos uno de nosotros, evitando contagios. También hago algo de tonificación muscular en la alfombra: abdominales, brazos… Iba al gimnasio, y ahora procuro hacer lo equivalente.