El cambio climático es un invento de los chinos. Lo dijo, una y otra vez, Donald Trump. Y muchos le creyeron. Tantos que llegó a ganar las elecciones. Si Gran Bretaña sale de la UE, el dinero ahorrado será invertido en la Seguridad Social del país. Lo dijo Nigel Farage con insistencia en la campaña por el Brexit. Y muchos le creyeron. Tantos que el Brexit ganó el referéndum. Pero ambas afirmaciones eran mentira. Perdón, ambas afirmaciones eran posverdad.

Post-truth

El prestigioso diccionario Oxford (lo más parecido que tienen los anglosajones al DRAE hispano) ha elegido posverdad como palabra del año (post-truth, en realidad). Es sin duda uno de los términos que más hemos escuchado en 2016. Y todo parece indicar que será igual en el que vamos a comenzar. Posverdad hace referencia a aquellas afirmaciones que no se basan en hechos contrastables, es decir, que no son necesariamente verdad. Sino que apelan a las emociones, a los instintos más primarios. Para, de este modo, soslayar el análisis objetivo y convertirse en verdades viscerales. Convertir la creencia personal en algo en un hecho irrebatible.

Ya lo dijo Goebbels

El concepto, o mejor dicho, el significado, no es algo nuevo. De hecho, podría establecerse su origen en aquello que predicó Goebbels: “una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad”. Pero es ahora cuando la posverdad está cada día en los medios. Porque está sucediendo precisamente lo que definía el ministro de propaganda nazi. Las redes sociales están actuando de altavoz a estos racionamientos (quizá la palabra racionamiento no sea la mejor). Los mensajes falaces se están infiltrando a todos los estratos sociales y son repetidos una y otra vez por voces distintas. La misma idea se transmite por cientos, miles de fuentes. Y se convierte en una verdad. Y también por el signo de los tiempos. Cuando la viralidad se ha vuelto más importante que la veracidad. Lo importante es que una noticia, un comentario o pensamiento, llegue al mayor número de personas. Es lógico pensar que muchas veces la verdad no es suficientemente atractiva para ello. Hay que edulcorarla un poco. O inventarla.

#pizzagate

Lo peor es que da igual qué peregrina sea esa idea expresada. El pasado mes un chaval de 28 años entró armado en la pizzería Comet de Washington. Lo que pretendía Edgar Welch era liberar a los niños encerrados allí. No, Welch no era el clásico loco norteamericano que monta una masacre. Simplemente era presa del #pizzagate, la teoría conspirativa según la cual destacados miembros del partido demócrata habían instalado en el interior del establecimiento una cámara donde torturaban y violaban a menores. Una mentira absurda que cuenta con sesudas explicaciones en miles de cuentas de Twitter. Pura posverdad.     [embedyt] http://www.youtube.com/watch?v=3xcW7Tg5E34[/embedyt]