Se encontró un móvil en un taxi que tenía un vídeo muy inquietante, que le despertó la curiosidad y desencadenó su investigación. Ian Urbina, periodista de The New York Times, ha investigado durante cinco años un mundo paralelo que abarca dos tercios de la superficie de la Tierra, y sin embargo se mantiene muy ajeno al escutrinio público: el de alta mar.

Hay piratas, bandidos, esclavitud y violencia. En teoría, se explica en Océanos sin ley, el súper ventas con este escritor ha ganado una buena ristra de premios como el George Polk de Informes Extranjeros, las leyes a bordo de un barco son las de la nación cuya bandera enarbola, aunque existe todo un mosaico de leyes marítimas aplicables a los océanos. Pero, tras su investigación, el autor se ha dado cuenta de que esas normas casi nunca se hacen cumplir. Incluso si una fuerza policial terrestre se molestase en enviar detectives a la escena de un asesinato, no habría ninguna tumba que exhumar.

A veces, incluso, los capitanes de los barcos imponen la pena capital, y los pescadores, a veces, se matan unos a otros con bastante impunidad. En su expedición, Urbina ha arriesgado su vida contra viento y marea. Se ha visto en medio de tormentas, ha viajado a bordo de barcos con marineros armados y sospechosos. Todo, para contar, en unas páginas trepidantes, historias que no se han contado nunca, y deshacer la madeja de una red mundial de crimen y explotación que domina las industrias pesquera, petrolera y naviera.