Es una goma mezcla de polímeros sintéticos del tipo de los elastómeros, que se está adhiriendo masivamente al asfalto. Es el chicle. Y en el Día Mundial de los Océanos (el pasado 8 de junio), la Agencia Efe ha advertido de la excesiva presencia de chicles adheridos al asfalto de ciudades muy concurridas. Hay entre tres y cinco unidades de media por metro cuadrado, según cifras facilitadas por Greenpeace, y el coste de limpieza por retirarlos rondaría de promedio los 12 céntimos de euro por unidad, a lo que se sumarían los daños medioambientales del posible uso de jabones o productos químicos no sostenibles para despegarlos.

La vida del chicle es larga: tarda al menos cinco años es lo que tarda convencionalmente la goma para degradarse “de forma considerable”, según ha explicado a Efe el catedrático de ingeniería de la Universidad a Distancia de Madrid (UDIMA) Ricardo Díaz Martín, además de decano del colegio Oficial de Químicos de Madrid y vicepresidente de la Asociación de Químicos de Madrid. Y son, además, menos biodegradables en lugares de baja concentración de oxígeno, como los fondos marinos.

Para retirar el residuo del suelo, la solución pasa por el uso de agua a elevada temperatura y presión para reblandecer la goma y arrastrarla, aunque ciertos jabones o tensioactivos incorporados al proceso producen mayores daños ambientales, advierte el catedrático. En el caso de tejidos, lo recomendable sería frotar con hielo el material afectado para que la goma se congelara y las fuerzas intermoleculares del polímero superaran las existentes entre el polímero y la fibra.