No es que estemos obsesionados con Oumuamua. Bueno, no del todo. Pero lo cierto es que el asteroide interestelar con forma de cigarro no deja de generar noticias. Y cada una es más extraña y sugerente que la anterior. Ahora, que desapareciera del radar de la NASA nos ofrece nuevas posibilidades.

No responde a los cálculos

Porque si algo está claro es que ahí fuera todo responde a las mismas leyes físicas. O al menos eso pensamos por aquí. Así que una vez detectado el asteroide proveniente de otro sistema, comprobada su masa, su velocidad y su trayectoria, unos cálculos más o menos complejos, permiten determinar en qué punto exacto se encontrará en cada momento. 

Al menos en eso confiaban en la NASA que algo de experiencia deben de tener en el particular. Tanto es así, que los observadores de la agencia espacial pusieron uno de sus telescopios más potentes en la dirección en la que estaban seguro que Oumuamua pasaría. Pero nada pasó.

Durante dos meses, los científicos anduvieron escudriñando el cielo sin ver nada. Dos meses sin rastro de la roca de más de un kilómetro de largo y 80 de ancho que circula por el Sistema Solar despertado todo tipos de teorías en el tercer planeta desde el Sol. 

Gases internos

Como siempre los científicos han sido los primeros en intentar imponer calma. Aseguran que lo más razonable es pensar que el telescopio Spitzer no tiene la capacidad suficiente para detectar el espectro de infrarrojos emitido por la roca. Resulta sorprendente que estos mismos científicos no valoren esa posibilidad antes de enfocar el telescopio e informar de que no han visto nada. 

Pero lanzan otra teoría más. Los fallos en el telescopio pueden deberse a que la roca está perdiendo masa. Spitzer buscaba un objeto con unas medidas determinadas y no lo encontró. Los expertos aseguran que según se acerca al Sol, en el interior de Oumuamua se están liberando gases que alteran la trayectoria y velocidad de la roca. Esto también explicaría los cambios de aceleración que ha experimentado en las últimas semanas.