“Quién esté libre de discapacidad que tire la primera piedra”. Es una frase de Javier Fesser, director de Campeones, una película que trata la historia de un grupo de deportistas con distintas discapacidades. La cinta nos plantea las preguntas del millón: ¿Qué es normal? ¿Quién es normal? ¿Quién puede decir que no tiene o tendrá en algún momento una discapacidad, aunque sea una pierna rota? Y si aceptamos esto como verdad, ¿no deberíamos trabajar más en equipo, un equipo singular y diverso que se ayuda mutuamente, sobre todo a los que más les cuesta, para conseguir que todos sus integrantes sean campeones de su vida?

Trabajar en equipo para mejorar la vida de las personas más vulnerables es precisamente lo que hacen la Obra Social ”la Caixa”, los técnicos del programa de inserción laboral Incorpora, las entidades sociales y laborales que detectan los casos que requieren atención, y los propios beneficiarios. ¿El objetivo? Contribuir a que las personas que más difícil lo tienen, en un mundo laboral que ya está complicado de por sí, puedan encontrar trabajo y volver a brillar con luz propia.

Es el caso de Francisco Calderón, un chico de 42 años con un grado de discapacidad intelectual, una enfermedad crónica y tres hijos, uno de ellos con discapacidad auditiva y problemas psicomotrices. Francisco —“Paco” para los amigos y conocidos— trabajó de electricista, de pintor, de peón en el mundo de la construcción, de encargado en supermercados…, hasta que le detectaron esofagitis eosinofílica, una enfermedad crónica derivada de múltiples alergias alimentarias que provoca dificultades para tragar la comida. La noticia dio un vuelco a su día a día. Pero él aprovechó el golpe para aprender: “El nutricionista me daba cita para el año siguiente, así que hice un curso de cocina para poder variar sabores y texturas dentro de lo poco que podía comer y luego me saqué uno de nutricionista a distancia”. Su enfermedad despertó su interés por materias como la composición de las plantas y la naturopatía. Paco siempre ha demostrado ser una persona inquieta, despierta y resuelta, pero cuando buscaba trabajo y las empresas veían su historial, solían darle largas con el típico “ya te llamaremos”.

Llevaba ya siete años en el paro cuando desde el Servei d’Ocupació de Catalunya le pusieron en contacto con ASPID, entidad colaboradora de Incorpora. Allí empezó participando en talleres y formaciones competenciales —“siempre con gran implicación, buena actitud y alegría”, según su orientadora laboral, Mª Rosa Sarradell— y, después de analizar su situación y hacer “una búsqueda exhaustiva” por el territorio, le consiguieron un empleo relacionado con un tema que a él le interesaba: en un laboratorio de medicina tradicional china. “Además, todo ocurrió en un momento en el que realmente lo necesitaba, porque a mi hijo se le había roto el implante coclear que precisa para oír bien y tenía que comprarle uno nuevo”, cuenta Paco.

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