¿Debe un partido político hablar de “entrar con lanzallamas” en un medio público? Vox lo ha hecho, y la polémica está servida. RTVE, financiada con dinero de todos, se convierte de nuevo en campo de batalla, esta vez con una escalada verbal que genera inquietud sobre su futuro.

Las declaraciones del diputado de Vox Manuel Mariscal en la Comisión Mixta de Control parlamentario no dejaron lugar a dudas: si su partido llegase al Gobierno, no habría vacilaciones en intervenir RTVE. “Entraremos con motosierra o con lanzallamas”, advirtió, al tiempo que aseguraba que cesarían de inmediato al presidente de la corporación. No era la primera crítica de Vox a la televisión pública, pero sí la más explícita en su tono violento y en la amenaza directa a la autonomía del medio.

El episodio encendió rápidamente reacciones en distintos frentes. Desde la propia RTVE, José Pablo López, presidente de la corporación, respondió apelando a la serenidad y a la defensa del servicio público. Presentadores como Marc Giró optaron por contestar con ironía, subrayando lo peligroso de recurrir a imágenes de destrucción para hablar de la gestión de un medio de comunicación. El debate, sin embargo, trasciende las réplicas puntuales: se ha instalado en la esfera pública la pregunta de hasta qué punto los partidos políticos pueden permitirse un discurso que pone en cuestión la mera existencia de un sistema de medios independiente.

Conviene recordar que la relación de Vox con RTVE nunca ha sido sencilla. Desde sus primeros escaños en el Congreso, el partido ha denunciado lo que considera una “manipulación” en la información de la cadena, acusando a la corporación de favorecer a los partidos progresistas y de excluir sus planteamientos. Sin embargo, la crítica habitual ha escalado ahora hacia un terreno más agresivo, en el que se cuestiona no solo el enfoque editorial, sino la legitimidad misma de RTVE como institución.

El contexto tampoco ayuda a rebajar la tensión. RTVE atraviesa un periodo complicado, marcado por la controversia en torno a las oposiciones de 2023, anuladas tras la filtración de preguntas, y por críticas internas a la gestión de recursos humanos y económicos. Esta crisis de confianza se ha convertido en munición para quienes buscan debilitar la imagen del medio público. La ofensiva de Vox encuentra así un terreno abonado: las dudas ciudadanas sobre la transparencia de la corporación sirven de argumento para quienes plantean un “borrón y cuenta nueva”.

Al mismo tiempo, fuerzas políticas de distinto signo han cerrado filas en torno a RTVE, conscientes de que la amenaza no es solo institucional, sino también simbólica. Desde la izquierda se defiende que el servicio público garantiza pluralidad y acceso a contenidos culturales, educativos y de interés social que difícilmente serían rentables en el mercado privado. Incluso desde sectores del centro y la derecha moderada se han escuchado voces alertando del riesgo de trasladar a la televisión pública un discurso de “tierra quemada” que recuerda más a modelos autoritarios que a democracias consolidadas.

En el ámbito mediático, periodistas y analistas coinciden en señalar que la literalidad de hablar de “motosierras” y “lanzallamas” va más allá de la metáfora política. Supone un ataque a la idea de independencia periodística, y manda un mensaje de advertencia a quienes trabajan en la comunicación pública: sus puestos y su función social están bajo amenaza directa si cambia el mapa político.

No es la primera vez que RTVE se convierte en objeto de disputa partidista. Su consejo de administración, los nombramientos de cargos directivos o la orientación de sus informativos han sido terreno de batalla recurrente en la política española. Sin embargo, pocas veces se había llegado a una retórica tan explícita en la que se plantea el desmantelamiento del medio con imágenes de violencia simbólica.

Este es, en definitiva, el punto de inflexión que plantea la ofensiva de Vox. Para algunos, se trata de un recurso electoral, una forma de galvanizar a su base con mensajes duros contra lo que presentan como un “aparato propagandístico”. Para otros, constituye una advertencia clara sobre el modelo de país que defienden y sobre la fragilidad de las instituciones cuando se convierten en diana de discursos extremos.

Ante esta coyuntura, se abre un debate ciudadano de enorme relevancia: ¿cómo valorar la ofensiva de Vox contra RTVE? ¿Es un gesto de campaña que no debe tomarse en serio o un ataque frontal a la independencia informativa y a la existencia misma de una radiotelevisión pública? Tu opinión es fundamental para entender cómo percibe la sociedad española esta tensión entre política y medios.

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ENCUESTA: ¿Cómo valoras la ofensiva de Vox contra RTVE?

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