El mundo está dejando atrás las formas lineales tradicionales de producción por un modelo más sostenible: la economía circular. La gestión de residuos es un desafío y también una oportunidad para transformar estos en recursos valiosos, gracias a la innovación y la colaboración de todos, administración, empresas y ciudadanía. La economía circular ha dejado de ser una alternativa para convertirse en algo indispensable, no solo para minimizar los residuos, sino para maximizar el valor de los recursos a lo largo de todo su ciclo de vida.
La valorización de residuos no es solo una estrategia empresarial, sino una oportunidad para transformar nuestro modelo de desarrollo. En el contexto actual, donde la sostenibilidad es un eje central en las agendas sociales y políticas, avanzar hacia la economía circular no es una opción, sino una necesidad.
El concepto de residuo cero se posiciona como un objetivo estratégico para las empresas comprometidas con la sostenibilidad ambiental. Ante la necesidad de avanzar hacia un modelo económico circular, el paradigma ha cambiado, convirtiendo a las compañías en un elemento fundamental para la protección y conservación del entorno. El objetivo ya no es sobrevivir en el mercado, sino en el planeta. En el marco de su Estrategia de Economía Circular, Moeve (antes Cepsa) ha dado grandes pasos poniendo el foco en tres cuestiones ambientales: incrementar la intensidad de la circularidad de sus residuos, reducir la captación de agua dulce en zonas de estrés hídrico y mejorar la biodiversidad en sus proyectos renovables.
Para Marién Benavente, responsable de Medioambiente de Moeve, “nuestros compromisos ambientales son uno de los principales motores de nuestro profundo proceso de transformación, que nos permitirán lograr los ambiciosos objetivos de nuestra estrategia 2030, ‘Positive Motion’, con la que aspiramos a ser referentes en la transición energética. Para ello, estamos fijando las bases de nuestro nuevo modelo productivo circular hacia el residuo cero”.
Según datos consolidados de 2023, la compañía logró incrementar en un 33% (frente a 2019) la intensidad de la circularidad de sus residuos operacionales de sus centros industriales de Andalucía en San Roque (Cádiz) y Palos de la Frontera (Huelva). Lo que supuso que la energética logró minimizar, reciclar y valorizar 6.390 toneladas, una cifra equivalente a los residuos generados durante un año por una población de 12.000 habitantes. De esta forma, Moeve ha evitado la emisión de más de 3.000 toneladas de CO2.
“En 2024, hemos seguido impulsando nuestra apuesta por la circularidad de nuestros residuos y las cifras que manejamos, a falta de consolidarlos a principios de 2025, nos hacen ser optimistas con que es probable que mejoraremos nuestros datos”, apunta Benavente. Es un paso que acerca a Moeve en su objetivo para 2030, año en el que la energética aspira a aumentar en un 50% (respecto a 2019) la intensidad de la circularidad de sus residuos, logrando reducir y valorizar hasta las 8.000 toneladas.
En el contexto de la economía circular es indispensable contemplar los recursos naturales y uno de los más valiosos es el agua. Un elemento que debe gestionarse de forma responsable con acciones como la reutilización de aguas residuales y la reducción de la huella hídrica, entre otras muchas.
Porque si algo es evidente hoy en día es que la gestión eficiente del agua no solo es beneficiosa para el medioambiente, también lo es en relación con la sostenibilidad ambiental empresarial y con el hecho de augurar un futuro que permita garantizar la disponibilidad de agua para futuras generaciones.
En este sentido, Moeve tiene el compromiso de reducir en un 20% la captación de agua dulce en zonas de estrés hídrico para 2025, también en comparación con sus datos de 2019. Es decir, la compañía evitará la captación anual de unos tres millones de metros cúbicos al año, una cifra que equivale al consumo anual de agua de una población de 60.000 personas.
“Respecto a este compromiso también vamos por el buen camino. El agua es esencial y las empresas jugamos un papel clave para hacer una gestión responsable y sostenible de este recurso imprescindible para todos los ecosistemas y la vida en general. Su uso eficiente aporta grandes beneficios que están asociados a la economía circular y también al cuidado de la biodiversidad, cuestión que también debe integrase dentro del marco de la economía circular”, argumenta la responsable de Medioambiente de Moeve.
Por tanto, la economía circular no se puede entender sin la colaboración y alianzas con terceros, que posibiliten iniciativas y proyectos viables. Este nuevo modelo pasa por un cambio radical de mentalidad en el que todo es aprovechable. En este sentido, la energética avanza con paso firme para dejar de utilizar de forma progresiva las materias primas fósiles tradicionales, produciendo biocombustibles de segunda generación (2G) a partir de residuos, como aceites usados de cocina.
Moeve está desarrollando, junto a socios estratégicos, el que será el mayor complejo de biocombustibles 2G del sur de Europa, ubicado en Palos de la Frontera (Huelva), con una capacidad anual de producción de un millón de toneladas de combustible sostenible para la aviación (SAF, por sus siglas en inglés) y diésel renovable.
Gracias a este proyecto, la compañía tendrá una capacidad de producción anual en 2030 de 2,5 millones de toneladas de biocombustibles, de las que 800.000 toneladas serán de SAF. Un combustible sostenible que Moeve ya está suministrando con éxito a las aerolíneas más importantes del sector aéreo en los principales aeropuertos de España.
En el camino hacia las cero emisiones y la sostenibilidad, la colaboración y las alianzas entre empresas, gobiernos y ciudadanos es para seguir impulsando la transición energética, en la que los modelos productivos deben transformase en circulares.
Este contenido ha sido elaborado en colaboración con Moeve