Es verdad que, tal y como está el patio, a muchos nos van quedando pocas ganas de ver el lado luminoso de la vida, tal y como proponían Monty Phyton en su magnífica película La vida de Brian. En la última escena, los condenados a morir cantan y bailan “always look at the bright side of life”, colgados de sus cruces.

No es como para llevarlo hasta ese extremo, pero sí es cierto que las personas optimistas tienen mayor esperanza de vida. Así lo demuestra una investigación publicada esta misma semana y liderada por Lewina O. Lee, profesora del departamento de Psiquiatría de la facultad de Medicina de la Universidad de Boston.

Lee y sus compañeros en este estudio, han analizado dos grupos de población: 69.744 mujeres y 1.429 hombres. A los participantes se les pidió que rellenasen una serie de cuestionarios para medir sus sentimientos sobre el futuro. Tras considerar sus condiciones de salud, comportamientos como dieta y ejercicio y otras informaciones sobre su demografía, los autores de la investigación han concluido que las mujeres más optimistas viven de medio un 14,9 por ciento más que las más pesimistas.

Los hombres optimistas tienen 1,7 más probabilidades de llegar a los 85 años; y las mujeres, 1,5 veces más. 

También los hombres

En el caso de los hombres, el impacto no es tan acusado. Aun así, los varones más optimistas viven un 10,9 por ciento más que los menos optimistas. Además, tienen 1,7 veces más probabilidades de llegar a los 85 años; un poco más que las mujeres con una visión más positiva de la vida, que cuentan con 1,5 veces más opciones de alcanzar esa edad.

Los autores del estudio definen el optimismo como “un atributo psicológico caracterizado como la expectativa general de que pasarán buenas cosas o la creencia de que el futuro será favorable porque uno puede controlar importantes resultados”.

Lee y sus colegas también destacan la existencia de investigaciones previas que han puesto de manifiesto que el optimismo está relacionado específicamente con una esperanza de vida entre el 11 y el 15 por ciento mayor a la media; así como a mayores oportunidades de alcanzar una “longevidad extrema”, es decir, superar la barrera de los 85 años de edad.

Este impacto positivo del optimismo en la esperanza de vida es independiente de la situación socioeconómica, las condiciones de salud, la depresión, la integración social y los hábitos saludables. Y no es una cualidad que se deba tener desde la infancia: incluso los adultos pueden utilizarlo como recurso para expandir su esperanza de vida.