Este año, la temporada atlántica de huracanes ha sido tan prolífica, que nos hemos quedado sin nombres que ponerles. El 18 de septiembre, la tormenta tropical Wilfred agotó el último de los 22 que se habían establecido para 2020. Los dos siguientes recibieron la denominación de Alfa y Beta y los que vengan seguirán con el abecedario griego.  

Kimberly Wood, profesora de Meteorología de la Mississippi State University, explica que los ciclones tropicales se producen porque cuando una perturbación -como, por ejemplo, una masa de nubes convectivas o tormentas- se sitúa sobre el océano Atlántico, “el agua templada y la humedad pueden hacer que gane fuerza”. 

Este año las temperaturas de superficie han estado por encima de la media en la mayor parte del océano Atlántico 

Eso es precisamente lo que ha sucedido este año, “las temperaturas de superficie han estado por encima de la media en la mayor parte del océano Atlántico y el wind share [un fenómeno por el cual el viento a menos altura se mueve más despacio] por debajo. Eso significa que ha sido más favorable de lo habitual para la formación de ciclones tropicales”. Algo en lo que el fenómeno de La Niña probablemente ha tenido mucho que ver.   

Cuando la pesca se detiene por huracanes, la cadena alimenticia marina se regenera con rapidez 

Efecto beneficioso 

Sin embargo, a pesar de los daños materiales e incluso la pérdida de vidas humanas que suponen los huracanes cuando tocan tierra, en el mar pueden tener un efecto colateral beneficioso. Lee Smee, profesor de Ciencias Marinas en la Texas A&M University-Corpus Christi, y Joseph W. Reustle, estudiante de doctorado en la universidad de Carolina del Norte, explican que cuando la pesca se detiene por este tipo de fenómenos, la cadena alimenticia marina se regenera con rapidez.  

Ambos han estudiado el efecto del huracán Harvey en 2017 en dos poblaciones distintas: Aransas y Galveston, ambas en Texas. En la bahía de Aransas, la tormenta destruyó los muelles, los barcos y, en general, la infraestructura pesquera local. Por tanto, durante el año siguiente, la actividad fue casi nula.  

Sin embargo, en la bahía de Galveston apenas se registraron daños y la pesca continuó sin cambios significativos. 

“Tras la reducción de la pesca por la tormenta en la bahía de Aransas, las poblaciones de peces de pesca deportiva –muchos de los cuales son depredadores- explotaron al año siguiente y vimos una cascada trófica en la cadena alimenticia. Con más depredadores cerca, las poblaciones de gambas, cangrejos y peces más pequeños que son el alimento común de los depredadores, descendieron”, señalan los investigadores.  

En Galveston, por el contrario, no se apreciaron esos cambios.  

Es importante que los pescadores cumplan las normas 

Los humanos, culpables 

“El mundo de la investigación sabe que los humanos son un componente importante de las cadenas alimenticias, pero medir esos efectos es complicado. El huracán tuvo lugar justo cuando se estaban realizando estudios sobre la población de peces y nos ofreció una oportunidad única de medir sus efectos, incluida la reducción de la pesca”, explican. 

Según señalan, los resultados de su investigación “ponen de manifiesto que es necesario mantener una legislación pesquera y de conservación basada en la ciencia, así como lo importante que es que los pescadores cumplan las normas”.  

Más lentos 

Wood asegura que los huracanes se mueven ahora más despacio, lo que los hace más destructivos en tierra y dificulta la previsión de sus trayectorias. “Son como una hoja que flota en una corriente: si esta se mueve despacio, la hoja también. Cuando el flujo gira, la hoja también lo hace”.  

Cuanto más lentos son, mayor es la cantidad de lluvia que cae sobre las ciudades o los ríos, que se pueden desbordar. Además, a menor velocidad, cualquier variación tiene un efecto mucho mayor en la trayectoria final, lo que hace que los modelos de predicción sean menos fiables.  

Cambio climatico 

El cambio climático es una de las causas. “El Ártico se ha estado calentando al doble de velocidad que las latitudes medias”, explica Wood. “Eso está reduciendo la distribución o gradiente de temperatura entre ambas zonas. Y puede afectar a las corrientes que dirigen los huracanes”. 

La media de velocidad de los huracanes ha estado bajando y las simulaciones sugieren que seguirá siendo así mientras la temperatura media global siga aumentando, sobre todo en las latitudes medias.  

Como detalla Wood, “una atmósfera más cálida puede generar más humedad. Según sube la temperatura, es más fácil que el agua se convierta en vapor (...). La evaporación es un proceso de enfriamiento. En un huracán sucede lo contrario, el vapor de agua se convierte en líquido”. El resultado es que “se libera energía y esa energía refuerza la tormenta”.