Aunque los avances científicos y sanitarios han logrado transformar el VIH en una infección crónica controlable, la ONU advierte de que el escenario actual revela señales de estancamiento preocupantes.
La ONU advierte de señales de estancamiento preocupantes
Según los datos más recientes de UNAIDS, la estrategia mundial contra el sida de la ONU, 40,8 millones de personas vivían con VIH en 2024. A pesar de los progresos en tratamiento, ese mismo año se registraron 1,3 millones de nuevas infecciones. La cifra se mantenía prácticamente inmóvil respecto al ejercicio anterior, un frenazo que inquieta a expertos, organismos públicos y organizaciones civiles.
La mortalidad también sigue siendo un desafío: en 2024 murieron 630.000 personas por causas relacionadas con el sida, un dato que recuerda que el VIH sigue cobrándose vidas incluso en un contexto de avances terapéuticos sin precedentes.
Día mundial
Cada 1 de diciembre, el día mundial del Sida vuelve a colocarse en la agenda pública como un recordatorio de que la lucha contra el VIH no es historia pasada. Establecido en 1988 por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y más tarde asumido por Naciones Unidas, este día opera como un ejercicio global de memoria y presión política. La consigna de este año, promovida por UNAIDS, resume la urgencia del momento: “Superar las disrupciones, transformar la respuesta al sida”.
El acceso a tratamiento continúa siendo uno de los grandes frentes abiertos. 31,6 millones de personas reciben terapia antirretroviral, lo que constituye un logro histórico, pero deja fuera a más de 9 millones. UNAIDS advierte de que esta brecha no es simplemente un fallo asistencial, sino una amenaza directa a los objetivos internacionales. En palabras de la agencia, “la crisis en la financiación global puede revertir décadas de avances”, una advertencia que pone el foco en los recortes y la inestabilidad presupuestaria que golpea a numerosos programas de salud pública.
Desigualdad
El Día Mundial del Sida vuelve así a subrayar la necesidad de sostener y expandir los esfuerzos, especialmente en regiones donde la epidemia no solo persiste, sino que se ensaña con los sectores más vulnerables. En África subsahariana, por ejemplo, el virus mantiene un perfil profundamente desigual. En esa región, las mujeres y niñas concentran hasta el 63 % de las nuevas infecciones. A escala global, representan el 53 % de todas las personas que viven con VIH y casi la mitad de las nuevas infecciones. La desigualdad de género sigue siendo, décadas después del inicio de la epidemia, un factor determinante en la transmisión.
A ello se suman las dificultades que afrontan las poblaciones históricamente criminalizadas o estigmatizadas: personas trans, hombres que tienen sexo con hombres, trabajadores sexuales, personas que usan drogas o personas privadas de libertad. En muchas ocasiones, estas comunidades se encuentran fuera del alcance de los sistemas sanitarios por motivos sociales, legales o económicos. La epidemia del VIH, como recuerdan los expertos, nunca ha sido solo una cuestión biomédica: es también un espejo de las desigualdades estructurales, una enfermedad que se abre paso allí donde faltan derechos, recursos y protección social.
Superar las disrupciones
El lema de este año, “Superar las disrupciones”, alude precisamente a los obstáculos que han afectado a los programas de prevención y tratamiento en los últimos años. Las interrupciones derivadas de la pandemia de COVID-19, las tensiones geopolíticas, la inflación o la reducción de fondos internacionales han debilitado la capacidad de muchos países para mantener campañas de diagnóstico, distribución de preservativos, programas de educación sexual o acceso regular a la terapia antirretroviral. Todo ello dibuja un escenario en el que los avances no son lineales, sino frágiles.
En este contexto, el día mundial del Sida funciona como un altavoz internacional. Naciones Unidas insiste en que esta fecha sirve para “visibilizar la realidad del VIH, sensibilizar a la población y exigir a los gobiernos que no retrocedan en sus compromisos”. La agencia recuerda además que la lucha contra el virus no puede desvincularse de la defensa de los derechos humanos. En palabras de UNAIDS, “transformar la respuesta al sida” implica remover barreras legales, combatir el estigma y garantizar el acceso universal a la salud, sin discriminaciones por género, identidad, orientación sexual o nivel socioeconómico.
España
España, aunque se encuentra lejos de los escenarios más críticos, tampoco puede permitirse la complacencia. Nuestro país mantiene una incidencia relativamente estable de diagnósticos, con una importante proporción de casos que se siguen detectando de forma tardía, lo que no solo dificulta la evolución clínica del paciente, sino que favorece la transmisión del virus. Las organizaciones especializadas subrayan la necesidad de reforzar la educación sexual, evitar recortes en salud pública y expandir el acceso a herramientas clave como la PrEP, una profilaxis preexposición que reduce drásticamente el riesgo de adquirir el VIH.
El estigma continúa siendo, también en España, una barrera silenciosa. Para muchas personas, la discriminación sanitaria, laboral o social sigue condicionando la decisión de hacerse la prueba o de comunicar su estado serológico. En un país donde el VIH ya no es sinónimo de muerte ni aislamiento, persiste la necesidad de educar, informar y desmontar prejuicios. Como advierten los expertos, el miedo y la desinformación siguen siendo aliados del virus.
Estrategia global
Más allá de los datos, este día mundial del Sida recuerda que la erradicación del VIH no será posible, según la ONU, sin una estrategia global que combine recursos, voluntad política y justicia social. “Superar las disrupciones” no es solo un lema: es una hoja de ruta que exige reforzar la financiación internacional, blindar los sistemas sanitarios, asegurar el acceso universal al tratamiento y garantizar que nadie quede excluido de la prevención.
El objetivo global de “cero muertes y cero nuevas infecciones en 2030” sigue siendo alcanzable, pero requiere que el mundo acelere el paso. La epidemia del VIH ha demostrado repetidamente que los retrocesos son costosos y que la inacción tiene consecuencias humanas profundas. Este 1 de diciembre, el mensaje es claro: no basta con celebrar los avances; es necesario defenderlos, ampliarlos y evitar que se pierdan. La lucha contra el sida sigue viva, y la historia aún no está escrita.