Los grandes cambios siempre empiezan por algo pequeño. Algo pequeño que va creciendo y creciendo hasta convertirse en lo normal, lo hegemónico. Puede parecer que cambiar el modelo energético global para detener el cambio climático es imposible. Pero un pequeño país ya lo ha conseguido.

Una tendencia sostenida

Costa Rica es una nación centroamericana que siempre se ha caracterizado por su defensa del medioambiente. Cinco millones de habitantes comprometidos con la causa. Así no es extraño que en 2016 el 98% de la energía que consumió fuera de origen renovable. No se llega de la noche a la mañana a esos datos. El año anterior ya tuvo unos registros similares. Según el Instituto Costarricense de Electricidad, el sistema eléctrico del país registró nada menos que 271 de producción de energía 100% renovable. Con estos datos y la determinación de sus dirigentes, Costa Rica avanza hacia convertirse en el primer país del globo cuya producción y consumo de energía será 100% sostenible. Es el objetivo para el año 2020. Solo dos años para salvar un pequeño escalón.

Pequeños productores

No es solo una cuestión medioambiental. Esta política está permitiendo al pequeño país ser autónomo en cuestión energética. No depender de las importaciones para su funcionamiento. Incluso esperan convertirse en exportado de energía aprovechando su producción y los precios competitivos que está alcanzando. Todas las fuentes suministran energía a la red del país. De los más de 10.000 gigavatios generados en 2016, el 74% provino de la hidroeléctrica, el 12% de la geotérmica, el 10% de la eólica, el 0,7% de biomasa y el 0,01% de la solar. La clave del boom de la energía renovable en Costa Rica no es solo el impulso de las autoridades a instalaciones de esta industria. También la apuesta por promover la generación local a manos de los propios consumidores está ofreciendo extraordinarios resultados.