A lo largo de su carrera, muchos futbolistas logran amasar fortunas considerables gracias a sueldos millonarios, primas y negocios inmobiliarios. Sin embargo, muy pocos han conseguido trascender económicamente más allá del balón. Y prácticamente ninguno lo ha hecho como Mathieu Flamini, un excentrocampista que pasó sin estridencias por la élite… y que hoy posee un patrimonio superior al de gigantes como el Real Madrid o el FC Barcelona.
Puede parecer una exageración, pero no lo es. Con 41 años, Flamini es copropietario de una empresa valorada en más de 30.000 millones de euros, una cifra que eclipsa cualquier salario futbolístico y que lo ha convertido, casi sin proponérselo, en el llamado futbolista más rico del mundo. Lo paradójico es que su fortuna no nace del lujo ni de la especulación, sino de una obsesión silenciosa: la sostenibilidad del planeta.
Durante años, Mathieu Flamini fue un futbolista reconocible pero discreto. Un mediocentro intenso, disciplinado, de los que sostienen equipos sin reclamar focos. Pasó por clubes como Olympique de Marsella, Arsenal, AC Milan, Crystal Palace o Getafe, y colgó las botas en 2019. Nada en su trayectoria deportiva hacía pensar que, lejos del césped, acabaría liderando una de las empresas más influyentes del sector químico sostenible a nivel mundial.
La historia comienza lejos de los estadios. Mientras jugaba en el Milan, Flamini empezó a interesarse seriamente por el impacto medioambiental de la industria moderna. No era postureo ni una causa de marketing. Era una inquietud personal que arrastraba desde joven, pese a que de adolescente —como él mismo ha reconocido— odiaba estudiar química. Lo que le faltaba no era conocimiento, sino el socio adecuado.
Ese socio apareció en Italia. Pasquale Granata, emprendedor e ingeniero, compartía la misma visión: buscar alternativas reales a los derivados del petróleo. Juntos fundaron GFBiochemicals, una startup que comenzó en silencio, sin titulares ni atención mediática, mientras Flamini seguía compitiendo al máximo nivel.
GFBiochemicals: el negocio que cambió las reglas
El núcleo del proyecto era ambicioso: producir ácido levulínico a partir de biomasa, un compuesto clave para fabricar plásticos, nylon, gomas sintéticas o productos farmacéuticos, pero de forma biodegradable y sostenible, sin depender de materias primas fósiles. Una alternativa real, no una promesa verde vacía.
Durante años, Granata se rodeó de científicos, universidades y centros de investigación como el Politécnico de Milán o la Universidad de Pisa, mientras Flamini invertía buena parte de sus ahorros sin hacer ruido. Ni en Italia ni en Inglaterra se hablaba de su doble vida como empresario. Seguía siendo, para casi todos, un futbolista más.
El punto de inflexión llegó en 2016, cuando GFBiochemicals adquirió Segetis, uno de los líderes mundiales en derivados del ácido levulínico. A partir de ahí, la empresa pasó a jugar en otra liga. Hoy cuenta con unas 50 patentes registradas y un valor estimado que ronda los 30.000 millones de euros. Flamini es su director ejecutivo.
Aun así, el exinternacional francés insiste en que el dinero nunca fue el objetivo. “Yo no entré en este mundo para ganar dinero. Mi mayor motivación fue tener un impacto positivo”, ha repetido en varias entrevistas. En 2024, en conversación con el Daily Mail, dejó reflexiones que explican bien su filosofía: “En países como India o China ya no se puede salir a correr por la contaminación del aire. ¿Queremos llegar hasta ahí? ¿Cuántos residuos de plástico hay en cada playa? ¿Cuánta agua se necesita para hacer una hamburguesa? Dos mil litros. Es espantoso”.
Lejos de la ostentación habitual asociada a grandes fortunas, Flamini mantiene un perfil bajo, austero y coherente. Come una vez al día, evita el uso innecesario de aviones y defiende que los futbolistas deberían ser referentes “no por acumular dinero, sino por su impacto social y ambiental”.
Hoy recibe premios por su compromiso con el medio ambiente, no por su carrera deportiva. Y su historia se ha convertido en una rara avis dentro del fútbol moderno: la de un jugador que entendió el éxito más allá del marcador y el contrato.
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