Desde hace unos cuantos años, los futbolistas acostumbran a emigrar a otros países cuando se aproximan al ocaso de sus carreras. Buscar un último gran contrato en Arabia o Qatar se ha convertido en algo frecuente, aunque hay quienes optan por pasar sus últimas temporadas disfrutando de la emoción y la pasión con la que se vive el fútbol en Sudamérica. Casos como el de Iker Muniain es un ejemplo de ello. El vasco disfruta en San Lorenzo de Almagro tras toda una vida dedicada al Athletic Club. Los grandes jugadores tienen hoy poder de decisión sobre dónde y cuándo emigrar, aunque hubo un tiempo durante el que, en España, no fue así.
Con el estallido de la Guerra Civil Española, las competiciones nacionales se vieron obligadas a detenerse. Tras su fin en 1939, muchos futbolistas que se habían posicionado abiertamente a favor de la República tuvieron que exiliarse. Fue el caso, por ejemplo, de la selección de Euskadi, que realizó una gira propagandística durante el conflicto. Entre los jugadores que la conformaban, se encontraba uno que destacaba por encima del resto: Isidro Lángara.
Una infancia dura marcada por el fútbol
Lángara nació en Guipúzcoa en 1912. Su infancia no fue fácil ya que perdió a su padre con solo 13 años y esto provocó que tuviera que empezar a trabajar. Su vida laboral comenzó con el puesto de aprendiz en una fábrica de Andoain, pero lo que a Isidro realmente le gustaba era jugar al fútbol. Practicaba el deporte en su tiempo libre. Madrugaba para entrenar con su hermano mayor, que descubrió la gran habilidad de Lángara en el golpeo cuando este tenía 10 años.
El guipuzcoano jugó para diferentes equipos de la región antes de recalar en el Tolosa C.F., club donde militó hasta 1930. Fue entonces cuando la suerte le concedió una prueba con el Real Oviedo, equipo de segunda división española. Durante su primer entrenamiento con los asturianos, el entrenador irlandés, Patrick O’Connell, quiso comprobar de primera mano la potencia en el disparo de Lángara. Los porteros del Oviedo, Óscar y Benjamín, finalizaron la prueba con las manos doloridas y asegurando que nunca habían hecho frente a un tiro tan fuerte.
El vasco que se convirtió en leyenda del Real Oviedo
El Real Oviedo decidió contratar al vasco, pagándole 3.000 pesetas al Tolosa y 4.000 a Lángara. Tras tres temporadas en segunda división, las dos últimas siendo Isidro máximo goleador de la categoría, el Oviedo consiguió el ascenso y se convirtió en el primer equipo asturiano en disputar la primera categoría del fútbol español.
El debut en la liga española de los ovetenses no pudo ser mejor, de hecho, ningún recién ascendido ha superado el registro que dejó el Oviedo en la temporada 1933-34. Una goleada en la primera jornada al Barcelona por 7-3 con un Hat-Trick de Lángara que dejó atónitos a todos los presentes. En las tres temporadas que estuvo jugando para el cuadro asturiano, el delantero se convirtió en el terror de los porteros siendo pichichi en todas esas campañas.
Su rendimiento le abrió las puertas de la selección española, con la que disputó el Mundial de 1934, en la que solo una Italia favorecida por la presión que el dictador, Benito Mussolini, ejerció sobre los árbitros para poder ser campeona, pudo con España. Con ‘la Roja’, Lángara anotó 17 goles en 12 partidos y dejó para la historia un registro que aun nadie ha superado: le marcó 5 goles en un partido a Portugal con España.
Emigración hacia América
Con la Guerra Civil y el parón de la Liga Española, Lángara formó parte de la Selección de Euskadi que marchó de gira propagandística, en la que recorrieron varios países europeos: Francia, Checoslovaquia, Polonia, la URSS, Finlandia, Noruega y Dinamarca. Después, los vascos cruzaron el Atlántico para jugar en México, donde participaron en la liga del país bajo el nombre de Club Deportivo Euzkadi.
Al finalizar la guerra, el equipo se disolvió y Lángara fichó por el San Lorenzo de Almagro, convirtiéndose en un ídolo para sus seguidores. Tenía 27 años cuando recaló en San Lorenzo y su debut no dejó indiferente a nadie. El 21 de mayo de 1939, contra River Plate, anotó 4 goles para incredulidad del público argentino. Desde Buenos Aires llegaron a asegurar que el vasco era el mejor delantero del mundo.
En su primera temporada en Argentina se convirtió en máximo goleador con 33 goles, pasando a la historia como uno de los mejores jugadores de San Lorenzo. Tentado desde México por el Real Club España, Lángara regresó al país donde ya había jugado durante la guerra. El guipuzcoano fue el Rey Midas del fútbol: liga que tocaba, liga en la que se convertía en el máximo goleador. México no fue la excepción, consiguiendo 27 goles en 18 partidos en la temporada 1943-44.
Regreso a Oviedo
La ausencia de un jugador así se nota en un equipo y el Oviedo le echó de menos durante estos años. En 1946 se produjo el retorno del segundo máximo goleador de la historia del club asturiano. Fue un retorno breve, pero intenso. Lángara ya tenía 34 años, pero cumplió con creces. En 20 partidos de liga en durante la temporada 1946-47, anotó 18 tantos. Casi gol por partido.
Solo estuvo un año mas en Oviedo hasta que decidió ponerle fin a su carrera, con 36 años. Una lesión de rodilla fue la causante de que Lángara cambiara el césped por los banquillos. Dirigió a varios equipos americanos, entre ellos su antiguo club: el San Lorenzo de Almagro. Recibió varios homenajes en la que fue su casa, el Carlos Tartiere, antes de que, en 1992, falleciera a causa del Alzheimer. De haber nacido en otra época, la historia de Lángara en el mundo del fútbol hubiera sido distinta, pero incluso con todas las adversidades a las que tuvo que hacer frente, el guipuzcoano siempre será recordado como uno de los mejores delanteros de la historia de España.