Pep Guardiola volvió a dejar una de esas ruedas de prensa que terminan corriendo como la pólvora en redes sociales. El técnico del Manchester City, siempre capaz de mezclar exigencia máxima con un tono irónico muy reconocible, aprovechó su comparecencia tras el triunfo de su equipo ante el West Ham para mandar un mensaje claro a su plantilla en pleno periodo navideño: en su club, los excesos se pagan.

Con la Premier League entrando en uno de los tramos más exigentes del calendario y las fiestas como telón de fondo, Guardiola no dudó en advertir a sus jugadores sobre un asunto aparentemente menor, pero clave en el fútbol de élite: el control del peso: “El viernes todos los jugadores se pesaron y el día 25 estaré ahí controlando cuántos kilos han subido, si han engordado”, explicó entre sonrisas, dejando claro que la broma terminaba donde empezaba la profesionalidad.

El mensaje, aunque pronunciado con tono desenfadado, fue rotundo. Guardiola avisó de que cualquier futbolista que regresara de los días libres con sobrepeso tendría consecuencias inmediatas. “Desde el momento en el que lleguen después de tres días fuera quiero saber cómo han vuelto. Pueden comer, pero quiero controlarlos. Tengo que hacer una convocatoria para el día 27 contra el Nottingham Forest”, señaló antes de poner un ejemplo muy gráfico: “Imagina que un jugador estaba perfecto físicamente y ahora llega con tres kilos de más… Pues se quedará en Mánchester, no viajará para el Nottingham Forest. Al 100%, ¡eso es seguro!”.

No es una amenaza vacía ni una salida de tono puntual. En el fútbol de máximo nivel, el margen de error es mínimo y Guardiola lo sabe mejor que nadie. La exigencia física es uno de los pilares sobre los que ha construido su carrera, desde sus inicios en el Barcelona B hasta el Manchester City campeón de Europa. En ese contexto, cualquier desviación, por pequeña que parezca, se interpreta como una falta de compromiso colectivo. 

La exigencia como camino a la excelencia

La rueda de prensa no se quedó solo en el control del peso. Guardiola también explicó por qué decidió no conceder el lunes libre a su plantilla tras la victoria por 3-0 ante el West Ham, una decisión que sorprendió a algunos teniendo en cuenta el resultado. “Los jugadores me pidieron que les diera el día libre y les dije: ‘No, porque no jugasteis lo suficientemente bien’”, confesó sin rodeos.

El técnico quiso desmontar la idea de que el problema de su equipo fuese físico. “Todo es perfecto, están en forma. ¿Has visto cómo corren? El problema no es correr”, afirmó, reivindicando una de las señas de identidad de sus equipos. “Cuando el equipo ganó la Premier League, fueron los segundos que más corrieron. Es increíble. Phil (Foden) y Erling (Haaland) hoy… oh, me encanta. Desde que empecé en el Barcelona B hasta ahora, mis equipos corren como animales. Pero no es suficiente. Tenemos que jugar mejor”.

Guardiola fue aún más preciso en su autocrítica, subrayando que el verdadero déficit estuvo en la lectura del juego. “Soy muy bueno leyendo lo que pasa en el partido, dónde están los espacios. En lo demás soy un desastre, pero eso sí lo sé. Y si los jugadores estuvieran en esa posición, podríamos crear más y más, pero no lo hicieron. Quizá porque sean nuevos. Aun así, a este nivel, tienen que hacerlo”.

El peso, un factor decisivo en la élite

Más allá de la anécdota navideña, las palabras de Guardiola reflejan una realidad incuestionable en el deporte profesional. Mantener el peso óptimo no es una cuestión estética, sino de rendimiento y prevención de lesiones. Un aumento de apenas dos o tres kilos puede afectar a la velocidad, la resistencia, la capacidad de recuperación y la carga que soportan las articulaciones. En un calendario tan apretado como el del fútbol inglés, cualquier desajuste físico puede marcar la diferencia entre competir al máximo nivel o quedarse fuera de una convocatoria.

Por eso, el control nutricional y corporal forma parte del día a día de los clubes de primer nivel. Dietistas, preparadores físicos y servicios médicos trabajan de forma coordinada para que los futbolistas lleguen en las mejores condiciones posibles a cada partido. Guardiola, fiel a su obsesión por el detalle, entiende que permitir excepciones, incluso en fechas señaladas, abre la puerta a la relajación.

Pese a su dureza en determinados mensajes, el entrenador catalán también quiso poner en valor la importancia del descanso mental. “El tiempo libre depende del calendario. Siempre doy todo el tiempo libre que puedo. He aprendido de mi estancia en Inglaterra que hay que darles tantos días libres como sea posible”, explicó, consciente del desgaste que supone una temporada interminable. “El calendario es muy apretado y los jugadores tienen que desconectar. Es importante que, en el momento del partido, estén frescos de cabeza y de piernas”.

Guardiola defendió que los futbolistas se marchen con sus familias y “olviden el fútbol” durante unos días, incluso bromeando sobre su propia presencia constante. “¿Sabes lo que supone para ellos ver al entrenador todos los días? ¡Es muy duro!”, comentó entre risas. Él mismo admitió que aprovechará el parón para desconectar: “La semana que viene tengo vacaciones. Estaré con mi familia y con champán. Me voy a Barcelona. Te recomiendo que vayas allí. La comida es excelente”.

Entre bromas, control del peso, exigencia táctica y defensa del descanso, Guardiola volvió a dibujar el retrato de un técnico obsesionado con el rendimiento, pero también consciente de la dimensión humana de sus jugadores. Un equilibrio complejo que explica, en buena medida, por qué sus equipos compiten siempre al límite… incluso durante las Navidades.

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