La NFL amaneció conmocionada tras la repentina muerte de Marshawn Kneeland, ala defensiva de los Dallas Cowboys, con apenas 24 años. El equipo confirmó el fallecimiento en un comunicado, describiendo el hecho como una tragedia que sacude a toda la organización. Las primeras investigaciones apuntan a un suicidio, después de que el jugador fuera hallado con un disparo autoinfligido.

Todo comenzó la noche anterior, cuando la policía de Frisco detectó un vehículo que había evadido un control. Tras iniciar la persecución, el coche terminó estrellado en la autopista Dallas Parkway. Kneeland abandonó el vehículo y huyó a pie, pero minutos después los agentes lo encontraron con la herida de bala. Pese a la atención inmediata, no sobrevivió.

Fuentes policiales señalan que en los días previos el jugador había mostrado pensamientos suicidas. Esa información refuerza la principal línea de investigación, aunque la policía mantiene abierto el caso mientras se revisan cámaras, informes médicos y la reconstrucción de los hechos. La prensa local asegura que los Cowboys colaboran con las autoridades.

La franquicia emitió un mensaje en el que calificó a Kneeland como “un compañero querido” y anunció apoyo psicológico para jugadores y empleados. La NFL también activó sus recursos de asistencia emocional, pues el caso ha generado un profundo impacto dentro del vestuario. Muchos compañeros se enteraron a primera hora de la mañana y varios abandonaron el entrenamiento entre lágrimas.

Un joven con una gran proyección

Kneeland había llegado a Dallas en el Draft de 2024, elegido en la segunda ronda tras destacar en Western Michigan University. En el fútbol universitario acumuló capturas, balones forzados y jugadas determinantes, lo que lo convirtió en una apuesta de futuro para la defensiva texana. Dentro del cuerpo técnico lo consideraban disciplinado, trabajador y con margen de crecimiento.

Esta misma temporada alcanzó uno de los momentos más ilusionantes de su carrera: su primer touchdown en la NFL, tras recuperar un despeje bloqueado frente a los Arizona Cardinals. Para muchos, aquel día simbolizó el inicio de lo que podía ser una larga etapa en la liga. Su muerte repentina dejó al equipo sin respuestas y al deporte sin un talento en desarrollo.

Su caso vuelve a abrir el debate sobre la salud mental en el deporte profesional. Jugadores jóvenes conviven con presión constante, exposición mediática y exigencias de rendimiento inmediato. En un entorno así, muchos problemas emocionales pasan desapercibidos hasta que ya es demasiado tarde. La liga insiste: quien necesite ayuda, debe pedirla antes de llegar a situaciones límite.

La reacción de su madre

La madre del jugador rompió el silencio pocas horas después. Agradeció el apoyo recibido y pidió respeto para la familia, que atraviesa un duelo devastador. Dijo que su hijo “quería construir una vida, una carrera y dejar huella”, y que su marcha deja un vacío imposible de llenar. También solicitó privacidad para despedirlo lejos del ruido mediático.

Sus palabras han tenido un fuerte eco, especialmente entre aficionados y excompañeros universitarios. Las redes se llenaron de mensajes de cariño, fotografías y recuerdos de su paso por el fútbol universitario y por Dallas. Para muchos, lo que queda ahora es proteger a quienes pasan por situaciones similares y no siempre encuentran ayuda a tiempo.

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