Tras un intenso mercado de fichajes, en el que se han producido multitud de traspasos, los clubes comienzan a asentar sus nuevas plantillas y reorganizar sus ideas tras una ventana estival frenética. Algunos jugadores permanecen, otros han partido en busca de nuevas oportunidades, y entre estos últimos destacan los llamados “trotamundos” del fútbol español. Ninguno como Carlos Aranda, el delantero malagueño que ha dejado una huella única en la Primera División.

Es el jugador que ha defendido los colores de más equipos distintos en la élite española: hasta ocho. Su trayectoria incluye Villarreal, Albacete, Sevilla, Numancia, Osasuna, Levante, Zaragoza y Granada. Además, Aranda también disputó partidos en Segunda División con Murcia, Granada 74 y Las Palmas. Este recorrido lo convierte en un auténtico viajero del fútbol español, siempre en busca de una nueva oportunidad y de un lugar donde dejar su sello.

Una vida marcada por la lucha y la resiliencia

Aranda comenzó su camino en el Real Madrid, jugando en categorías inferiores y dejando su nombre en la Champions, aunque sin debutar en Liga. Desde allí, inició una carrera marcada por cambios constantes: Villarreal, Albacete, Sevilla o Numancia fueron solo algunas de sus escalas, muchas veces en contextos difíciles o en clubes modestos. Su etapa más estable llegó en Osasuna (2009–2011), donde permaneció alrededor de dos años, la estancia más larga en un solo equipo.

La historia del malagueño va más allá de los terrenos de juego. Creció en El Palo, un barrio de Málaga, y enfrentó la pérdida de su madre siendo muy joven, siendo criado por sus abuelos. El fútbol le brindó una vía de escape y una forma de avanzar en la vida, aunque la estabilidad nunca se mantuvo más de dos años en el mismo club. Su carrera refleja adaptación, resiliencia y lucha constante en un mundo tan exigente como el profesional.

Vestir ocho camisetas de Primera no es una marca cualquiera. Aranda supo reinventarse en cada ciudad y equipo, dejando su impronta aunque fuera lentamente. Puede que no fuera un referente estelar, pero su recorrido subraya una vocación de pelea constante. Su vuelta al equipo de su barrio, El Palo, donde colgó las botas en 2017, cerró un ciclo lleno de altibajos y permitió despedirse donde todo comenzó.

A lo largo de su carrera, Aranda se ganó la fama de jugador un tanto conflictivo, aunque en entrevistas posteriores reconoció la influencia de mentores clave. Sin Vicente del Bosque, asegura, nunca habría llegado a ser profesional: “Cuando llegué al Madrid era muy jovencito. Echaba mucho de menos mi casa y me quería ir. Del Bosque me cogió y me convenció para que me quedara. Fue la persona que más apostó por mí. A él le debo jugar al fútbol.”

Carlos Aranda, el futbolista más “viajero” de la historia de la Primera División española, es la prueba de que no todos los ídolos llevan la misma camiseta cada temporada, pero sí poseen una historia de lucha, supervivencia y pasión por el balón. Su legado, lejos de ser glamuroso, es profundamente humano y nos recuerda que el fútbol también se mide en esfuerzo, coraje y amor por el juego.

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