La selección española sub-21 ha cerrado un inicio perfecto en la clasificación al Europeo de 2027. Los de David Gordo, que derrotaron en la primera fecha a Chipre por 3-0, visitaron a Kosovo en un choque que se acabaron llevando con tantos de Joel Casals, Iker Bravo y Adrián Niño. El duelo, contó con un momento de tensión entre las federaciones de ambos países por el cartel con el que la Real Federación Española de Fútbol (RFEF) anunció el partido.

En un primer momento, en dicho cartel aparecían los nombres de ambas selecciones: España y “territorio” de Kosovo. Esto provocó la protesta ante la UEFA de la Federación de Fútbol de Kosovo, que, en una carta dirigida al presidente del organismo europeo, Aleksander Ceferin, y al de la RFEF, Rafael Louzán, calificó el acto como totalmente inaceptable: “Una vez más, me veo obligado a plantear un problema que continúa dañando nuestra representación en las competiciones europeas, y que está relacionado con la manera en que algunas federaciones tratan a nuestros equipos nacionales. El caso más reciente tiene que ver con la Federación Española de Fútbol (RFEF), que en sus canales oficiales en redes sociales se refirió a Kosovo como “Territorio de Kosovo”. Un enfoque de este tipo niega la soberanía de Kosovo, que es un estado independiente y está representado por la Federación de Fútbol de Kosovo, miembro pleno e igualitario de la UEFA, al igual que la propia RFEF”.

Además, en la misiva, el presidente de la FFK, Agim Ademi, añadió que “no es la primera vez que nos enfrentamos a este tipo de comportamiento por parte de la Federación Española de Fútbol y lo consideramos completamente inaceptable. La UEFA se sustenta en valores como la unidad, el respeto y la igualdad entre todos sus miembros, por lo que estos principios deben respetarse no solo en los hechos, sino también en las palabras, por parte de cada federación miembro. Por lo tanto, solicitamos a la UEFA una reacción clara e inmediata sobre este asunto, así como una corrección pública y un reconocimiento oficial por parte de la Federación Española de Fútbol, admitiendo que sus acciones fueron inapropiadas y contrarias a los principios fundamentales de la UEFA”.

El asunto llegó a las redes sociales, donde varias cuentas que se dedican a hablar sobre el fútbol kosovar respondieron al gesto de la Federación Española evitando mencionar a España llamándola “al-Ándalus” de forma irónica: “Deseamos una cálida bienvenida al territorio de la antigua al-Ándalus en la República de Kosovo. ¡Disfruta tu estancia!”. Poco después, la RFEF eliminó el cartel original y publicó otro en el que tan solo aparecían los escudos de ambas selecciones.

España y Kosovo: la política que también juega en el campo

España no reconoce la independencia de Kosovo, proclamada unilateralmente en 2008. El Gobierno español se mantiene alineado con países como Grecia, Rumanía, Eslovaquia o Chipre dentro de la Unión Europea, que tampoco reconocen al pequeño estado balcánico por cuestiones internas vinculadas a la integridad territorial.

Esa decisión política se traslada inevitablemente al ámbito deportivo, donde las reglas de organismos como la FIFA, la UEFA o el Comité Olímpico Internacional obligan a que Kosovo compita como país independiente. El choque con España se hace entonces evidente. Por ejemplo, en 2021, durante la fase de clasificación para el Mundial de Catar, la Federación Española de Fútbol emitió una circular a los medios en la que pedía evitar la expresión “selección de Kosovo”, sustituyéndola por fórmulas neutras como “equipo de la Federación de Fútbol de Kosovo”. En la retransmisión televisiva del partido jugado en Sevilla, TVE se refirió a la escuadra visitante como “equipo kosovar”, sin mostrar banderas en pantalla.

También en otros deportes se ha repetido la misma cautela. En campeonatos europeos de balonmano o en torneos olímpicos, las delegaciones españolas tratan de minimizar los gestos protocolarios, limitándose a lo estrictamente exigido por las normas internacionales. Así, aunque los deportistas kosovares compitan bajo su himno y bandera, España evita cualquier tratamiento diplomático que pueda interpretarse como un reconocimiento formal.

La paradoja es evidente: mientras la comunidad internacional en gran parte ha normalizado la presencia de Kosovo en el deporte, España se ve obligada a convivir con esa realidad en los terrenos de juego, pero con un lenguaje calculado al milímetro para marcar distancia política.

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