En el marco de la nueva configuración el gobierno, Moncloa ha anunciado la puesta en marcha de una unidad de prospectiva y estrategia a largo plazo, una unidad que, con diferentes configuraciones institucionales, existe en numerosos países de nuestro entorno. No se trata de un capricho, ni de una excentricidad, sino de una buena práctica de gobierno, que permite generar conocimiento para dirigir la acción política a largo plazo y anticipar los retos a los que nos debemos enfrentar como sociedad y como país.

En Francia, France Strategie, institución heredera del Comisionado General del Plan, arrancó en 2013 con el objetivo de “evaluar, anticipar, debatir y proponer” estrategias públicas en el medio plazo. Sus ejes de actuación temática son el desarrollo sostenible, la digitalización, el empleo y las políticas sociales y económicas. Cuenta con 98 colaboradores y su primer comisario fue el conocido economista Jean Pisani-Ferry, una de las voces más reconocibles en el debate económico europeo. En la actualidad está dirigida por Gilles de Margerie, egresado de la todopoderosa Escuela Nacional de Administración.

Bien se podría decir que Francia es un país con una cultura política de un alto nivel de intervención en la vida económica, y que mantener una oficina como esta no deja de ser una evolución del Comisionado del Plan, vieja institución francesa que tenía como objetivo establecer la denominada “planificación indicativa” de la economía gala. Pero en los países con gobiernos menos activos, como el Reino Unido, tenemos experiencias similares. De esta manera, la oficina de primer ministro mantiene a un Asesor Científico Principal, a cuyo cargo está la unidad de previsión a largo plazo. La unidad, en este caso, no sólo elabora conocimiento y asesora al Primer Ministro, sino que tiene también como objetivo fortalecer las capacidades de las ramas del resto del gobierno para plantear políticas a largo plazo. La institución lleva funcionando 20 años, trabajando tanto con gobiernos laboristas como conservadores.

La Comisión Europea tiene una larga experiencia en diferentes instituciones y servicios vinculados a la prospectiva, desde hace décadas. El desarrollo del Centro Conjunto de Investigación (JRC) o el Instituto de Estudios Estratégicos de París, realizan acciones de prospectiva, pero también el Centro de Estrategia Política, establecido en 2014 y que funciona como del think tank interno de la Comisión. Otros gobiernos han llegado todavía más lejos: en Suecia, la persona responsable del desarrollo estratégico se sienta en el Consejo de Ministros, en lo que se ha denominado “el ministerio del futuro”.

En otras palabras: tener una unidad que genere información, evalúe las políticas públicas, ofrezca escenarios y promueva un pensamiento estratégico a largo plazo no es una ocurrencia de un gobierno desnortado, sino una necesidad que otros países ya han aprendido a satisfacer. Los retos en materia de desarrollo sostenible, el impacto de la digitalización, las transformaciones geoeconómicas o las tendencias sociopolíticas suponen un importante desafío que bien podría ser enfrentado con una unidad bien dotada, que trabaje de manera sistemática y con autonomía, y que tenga la capacidad de mantener una interlocución estable y sincera con académicos y profesionales que pueden contribuir a encontrar políticas públicas adecuadas para enfrentar estos y otros retos. Se equivocan por lo tanto los que critican la decisión desde juicios de intenciones partidistas y no comprenden (o no quieren comprender) la importancia de cubrir este hueco en nuestra administración.

Pero la mera existencia de esta unidad no significa automáticamente que esto mejore la capacidad de visión a largo plazo de nuestras políticas. La unidad debe tener suficientes recursos como para desarrollar su trabajo, tener autonomía operativa e independencia intelectual, y ganarse la autoridad en el desarrollo de sus funciones. En un contexto como en el que vivimos, lo ideal sería que, pese a estar al servicio de la acción de gobierno, la unidad pueda trabajar e dialogar tanto con el gobierno como con la oposición, algo que hoy por hoy parece auténtica ciencia ficción. No falta escepticismo entre los que van a ver en cualquier decisión de este gobierno una razón para socavar su legitimidad y viabilidad, pero cuestionar la necesidad perentoria de que el Gobierno de España se dote con un departamento de estas características es, hoy por hoy, muy difícil si el cuestionamiento es genuino y no una mera pose partidista.

En una sociedad compleja, mantener una unidad que, con el único objetivo de ofrecer un apoyo a las tareas de gobierno, sea capaz de identificar tendencias, anticipar riesgos y proponer y evaluar alternativas de políticas públicas, es una buena práctica que debe ser saludada como tal. Será importante que el establecimiento de esta unidad no termine en papel mojado por la falta de medios, la falta de independencia o la falta de autoridad. No sería la primera vez que una mala ejecución o una estructuración apresurada acaban con una buena idea como esta.