El año se despide con un Índice de Precios al Consumo (IPC) adelantado del 6,7% en la economía española y con una inflación subyacente (descontando energía y alimentos frescos) del 2,1%. El dato del IPC general nos lleva a remontarnos a la década de los noventa (no existía el euro) para encontrar un registro superior. Respecto a la inflación subyacente, no se conocía este nivel desde 2013. Afortunadamente, esta diferencia entre una y otra inflación dan esperanzas para pensar que el fenómeno sea transitorio. Los expertos calculan que a partir del mes de abril de 2022, los precios podrían empezar a crecer de forma mucho más moderada, incluso a bajar. Un pronóstico que basan en la caída de los precios energéticos con la llegada del buen tiempo y, además, con un abastecimiento más normalizado después del cuello de botella que ha supuesto la crisis del Covid-19 también para los carburantes.

Pero el IPC general, ese que se ha colocado en el 6,7% en diciembre, al mismo nivel de Estados Unidos, se va a sufrir de forma total para el ahorro. Simplemente, el dinero ha perdido ese porcentaje de capacidad de compra. Si no se ha conseguido revalorizar el ahorro tanto o más que ese porcentaje significa que con un euro de enero de 2021 ya no se puede comprar lo mismo que con ese mismo euro de diciembre de 2021. La pérdida del poder adquisitivo de los salarios -de no subir en igual proporción- o del ahorro acumulado es una primera consecuencia. Del mismo modo si en Impuesto de la Renta de las Personas Físicas no se deflacta ese IPC de diciembre significará que pagaremos más impuestos que el año anterior.

Los grandes beneficiados de la inflación son los que se encuentran endeudados, ya que esas deudas pendientes de pagar también han perdido valor con la subida de los precios. Nuevamente, con los tipos de interés tan bajos y con una elevada inflación, la mejor estrategia financiera de hace más de dos lustros es no tener ahorros, sino deudas.

Vivimos tiempos de tipos reales (tipos nominales menos inflación) negativos, lo que supone, por ejemplo, que si compramos un bono a 10 años español con una rentabilidad del 0,544% a fecha del 30 de este mes y le aplicamos una inflación del 6,7%, tendremos un tipo real negativo de casi el 6,2%. En otras economías está pasado lo mismo y destaca Estados Unidos donde jamás habían visto tipos reales tan negativos en sus activos de corto plazo y en el caso del bono a 10 años habría que remontarse a los periodos inmediatamente posteriores a las dos guerras mundiales.

Lo normal en la teoría económica es que los tipos de interés se vayan adecuando a la inflación para no perder ese poder adquisitivo. Ahora bien, la política monetaria de los bancos centrales como la Reserva Federal estadounidense (Fed) o el Banco Central Europeo (BCE) está volcada en que las economías no se paren a costa de que el dinero no cueste y también mediante las compras que realizan en los mercados comprando deuda pública o bonos de empresa. Por tanto ese ajuste casi automático entre inflación y tipos ha desaparecido y no se espera que en breve plazo se consigan tipos reales neutros o positivos. Por ello, perder dinero comprando bonos está garantizado por muchos meses e, incluso, años.

Una situación que solo tiene la salida de asumir riesgo en la compra, por ejemplo, de acciones como único medio para cubrir la elevada inflación. La cosa puede ir bien o mal y lograr ese objetivo o abundar aún más en las pérdidas del ahorro si las acciones adquiridas deciden bajar.

Aunque todo parece, de momento, controlado al culparse a los precios energéticos y su rápida traslación a los alimentos frescos, existen riesgos en el horizonte sobre la marcha de la inflación. Es lo que los economistas bautizan como efectos de segunda ronda. Si los alquileres de las viviendas se ligan a esta subida del 6,7% para 2022, también los precios de compraventa de los pisos o los salarios registran una subida similar, puede que aquello que se preveía transitorio se convierta en algo estructural y la inflación se resista a bajar. Pero para eso, tendremos que esperar hasta bien entrado 2022, un año que les deseo sea muy feliz para todos.