Y que todavía andemos pensado que lo de refugiados es un problema. Que la inmigración es un contratiempo. Cuando no nos damos cuenta de que es algo tan necesario como la agricultura, como la industria y los servicios. Como el comer y el beber.

Crisis demográfica

Sobre todo en Europa. La crisis demográfica se agrava año a año y pretender que se produzca un aumento de la natalidad es simplemente irreal. La edad media en el continente avanza a toda velocidad. Si en 1950, solo el 12% de la población era mayor de 65 años, en 2050 ese sector de los europeos será nada menos que el 36% del total. Los motivos son diversos. Entre los más destacables está el fuerte descenso de la natalidad. Los años en el que las mujeres del continente tenían más de dos hijos son cosa del pasado. Ahora, en la mayoría de los países esta media se sitúa por debajo de los 2 hijos por mujer. Y por otro lado, las mejoras sanitarias y de condiciones de vida después de la Segunda Guerra Mundial ha redundado en un incremento en la esperanza de vida de los europeos. En la actualidad esta media se sitúa en 78 años, por los 66 que se marcaban en 1950.

¿Quien hará el trabajo?

¿Quiénes se van a encargar de mantener las estructuras sociales, económicas y laborales en el viejo continente? Porque este desarrollo demográfico plantea otro problema. ¿Quiénes se va a ocupar de los cuidados de esta población que va envejeciendo y que genera cada vez más dependientes en una y otra medida? De nuevo se plantea una única posibilidad. La importación de mano de obra. Trabajadores jóvenes que no solo ayuden a mantener el estado de bienestar con sus impuestos. También que se encarguen de las labores de cuidados y atenciones que cada vez más van a ser necesarias en Europa. Sería curioso que todos esos que se niegan a aceptar la inmigración, el día de mañana no tuvieran a nadie que les atendiera en su vejez. Aunque fuera tarde aprenderían una lección.