Casi cuarenta años llevaba Adolfo Arrietta, uno de los pioneros del cine independiente y contracultural español (y europeo, pues lleva años viviendo en París), sin rodar un largometraje (aunque no plenamente desconectado del Sépitmo Arte), y de pronto, nos propone una revisión de un cuento tradicional de los Hermanos Grimm, La Bella Durmiente, que le sirve para hablar de una Europa dormida.
Y es que la cinta, homónima respecto al cuento, reinterpreta la historia original reubicándola en el año 2000 en Letonia, un reino centroeuropeo, que a su vez acoge el reino de Kentz, misterioso, legendario ... Y dormido. Sus habitantes llevan casi un siglo durmiendo, presas de un hechizo que se desencadenó cuando una bruja durmió a Rosemunde, la princesa, hija del rey. Toda la población, pues, está a la espera de una intervención externa, del beso de un príncipe extranjero.
Europa