Disculpen el autobombo pero en mi primer artículo del año en estas páginas advertía que los bancos le echarían con comisiones si no resultaba rentable. Hace unos días leí una carta al director o un tuit (ahora no lo recuerdo) en el que un hijo se quejaba de que a su madre Bankia quería cobrarle 6 euros mensuales de su cuenta. La señora en cuestión cobraba una pensión de viudedad de 390 euros y los 6 euros suponían una merma importante, el 1,5% que supone más que la subida de la pensión para el año.

Mal camino el emprendido por Bankia con el 67% de su capital en manos del Estado y un Gobierno socialcomunista con integrantes dispuestos a nacionalizarlo. Debería su presidente José Ignacio Goirigolzarri ser más cuidadoso con las comisiones que pueden llevar a la exclusión financiera de muchas personas. Esto daría argumentos a los partidarios de una banca pública a la que el presidente de Bankia se ha opuesto públicamente en muchas ocasiones.

Este ejemplo enternecedor sobre la ancianita con una baja pensión y las comisiones que cobran los bancos tiene también su réplica en los ahorradores de mayor enjundia que también merecen consideración y respeto después de pasarse una vida guardando dinero para pasar una mejor vejez. Una persona conocida que ya no cumple los 85 años (esta expresión me ha costado muchos años entenderla) vive en su casa y atesora la cantidad de 100.000 euros como prevención por si en breve necesita acudir a una residencia privada.

Pese a lo que digan analistas, gestores, economistas… de que invierta su dinero con el ejemplo de que en Bolsa siempre se gana a largo plazo, a ella lo del largo plazo se le complica mucho por evidentes motivos y no quiere riesgos. Tampoco acaba de entender por qué los bancos ya no dan nada si depositas el dinero después de una vida en la que pagaban intereses desde aquella cartilla blanca que abrió en su juventud estampada con el águila recuperada por el franquismo. Eso del BCE y los tipos negativos le resulta complicado. Desde luego no es algo intuitivo para ella ni para nadie.

Pues bien, aunque no lo entienda, está dispuesta a que no le den nada de intereses por su dinero. Antepone el conservar su patrimonio sobre cualquier expectativa de ganancia en la que pueda perder parte de su dinero. El problema surge cuando recibe una carta en la que le indican que las comisiones cero se han terminado y que deberá pagar por mantener su ahorro en una cuenta corriente. Poco o mucho, está dispuesta al sacrificio de no obtener nada, pero le molesta que aportando esa buena cantidad de euros deba pagar comisiones.

Atraída por la posibilidad de que otra entidad financiera no le aplique comisiones traslada el dinero a otro banco. Pero a los pocos meses, esta nueva le indica que empezará a cobrarle comisiones. Cierto es que la banca empieza a cobrar por los depósitos a las empresas y a las gestoras de fondos de inversión, explicando siempre que no lo hará con las familias. Una afirmación que tropieza con este nuevo impulso por el simple mantenimiento de una cuenta corriente en la que no va a hacer movimientos hasta que llegue el momento de empezar a usar ese dinero.

Pues bien, esta segunda ancianita no consigue ningún banco que esté dispuesto a recibir esos 100.000 euros gratis. Dinero con el que dar créditos al consumo o hipotecarios o empresariales con el que llevar a cabo su negocio bancario. Así están las cosas en el mundo financiero.

La semana pasada el gestor de fondos de inversión de la firma Renta 4, Miguel Jiménez Sierra, indicó que el 40% de su cartera se encontraba en liquidez, o sea, estaba depositada en los bancos por falta de oportunidades tanto en Bolsa como en renta fija.  Una medida que la caída ayer de la Bolsa apunta como acertada. El además, o, mejor dicho sus inversores deben pagar al banco por tener ese dinero depositado. Estas son las distintas historias de los perdedores de los tipos negativos.