El pasado lunes se hizo oficial la muerte política de Soraya Sáenz de Santamaría. La exvicepresidenta, mano derecha de Mariano Rajoy y mujer que más poder ha acumulado en la historia reciente de España, abandona la política tras su derrota en las primarias del Partido Popular. Y si alguien esperaba que todo fueran buenas palabras para hacia su figura, que se agarre a la silla. Los medios de comunicación han despedido a Santamaría y no le han dedicado precisamente halagos.

Uno de los más duros ha sido Jesús Cacho, quien ha publicado un artículo de opinión titulado Y por fin se fue. Por el nombre ya se puede aventurar el sentido del epitafio que le dedicó. Cacho recuerda que ya pidió desde la misma plataforma, Voz Pópuli, la dimisión de Santamaría cuando esta quedó desacreditada cuando descartó el 155 apenas una semana antes de que Mariano Rajoy lo activara: “Obviamente no me hizo caso, como debe ser, por más que la ocasión lo mereciera”.

El columnista considera que la misión de “arreglar Cataluña” era “el encargo de una vida”, pero “fracasó rotundamente. Porque ella sólo sabe torear de salón, jamás reñir batalla en campo abierto. Le falta raza, carece de instinto, le sobra soberbia”. Unas perlas que alcanzan su culmen cuando apostilla que es “lista” pero “menos inteligente de lo que cree”.

De hecho, Cacho opina que Santamaría no es que no pudiera desempeñar trabajos relacionados con la actividad financiera en el Banco Santander por la ley de incompatibilidades, sino que no podría porque “tampoco sabe”.

Le acusa de haber utilizado “su enorme influencia” para “destrozar a los enemigos del partido que intentaron disputarle su primogenitura”. Pero “ni supo ganar, ni supo perder, ni ha sabido integrarse”: “El sorayismo nunca existió”, sentencia.

Alberto Lardiés, en El Español, es mucho menos duro, pero también habla una espantada que ha provocado que el final de marianismo sea “vergonzante e inesperado”. Asimismo, la acusa de ser la “muñidora de la fallida operación diálogo en Cataluña”.

El Periódico de Catalunya atribuye la derrota de Santamaría en las primarias a “todos los enemigos que se granjeó como vicetodo”, mientras El País es mucho menos incisivo subrayando que no tiene ideología y que se centró en el poder, rehuyendo los conflictos internos del partido.

En la misma tónica que El País, Ignacio Camacho asegura en ABC que la fórmula empleada por Santamaría para gobernar era “un estilo rutinario” que “renunciaba a la ideología en aras de un abstracto pragmatismo” que “acabó fracasando por falta de instinto político, entendiendo por tal el mínimo de empatía, de olfato y de ímpetu necesarios para defender un proyecto con cierto vigor emotivo”. Asimismo, Camacho ha desvelado que la despedida de la exvicepresidenta se concretó con su salida del grupo de whatsapp del Congreso.

Por su parte, Antonio Martín Beaumont publica una columna de opinión en La Razón en la cual asegura que “la heredera” se quedó “sin hueco”, además de afirmar que tras las primarias ha quedado constatado “el desvanecimiento del sorayismo” porque dejó de sonarle el móvil y su agenda no es lo que era antes.