Todo parece haber cambiado en unos instantes. La caza y captura de Rajoy, por todos los vivientes, con dos dedos de frente, es cierto, ha dado con él en la lona. Otra cosa es que se rehaga, aunque sea jadeando. Se empeña en querer pasar de rositas y muy seguro se manifiesta, para darlo a entender, pero lo tiene crudo. La historia reciente es truculenta. Los manejos de los dirigentes del PP hacen que el ambiente sea irrespirable. No es fácil la salida de este entuerto y mucho menos con el sello de normalidad que pretenden los dirigentes del PP, seguros de que este país tiene la mitad de sus ciudadanos ciegos y la otra mitad desentendidos de lo que ocurre, que es lo que necesitaría para que el escenario actual se viera como normal. Nos van a venir bien unas fábulas que Cibercuentos nos brinda, como telón de fondo para nuestra historia particular.

Se puede resumir el presente del PP, con bastante acierto, echando mano de la famosa fábula de la víbora y la culebra. Se está librando una batalla entre dos facciones de los dirigentes del PP, en muchos momentos confundidas en una sola. Aparentemente, quieren mostrarse como dos distintas, queriendo dar a entender que algunos son honestos (Cospedal con mucho esfuerzo y poco acierto, por las rémoras que arrastra y que también lo intenta acaudillar), que son los que dicen que quieren limpiar y otros, los restantes dirigentes del PP que o callan, o dicen lo mínimo, intentando salvarse (García Escudero y otros muchos), queriendo pasar como que no va con ellos. Pese a ello unos y otros andan hasta el cuello en lo que se descubre y se presume, derivado de lo que se va conociendo. En la práctica, hay una batalla que se libra entre dos: una víbora y una culebra de agua. Cuando, por la razón que sea, la víbora, acostumbrada a beber “agua” en un manantial inagotable, intocable e infinito, en apariencia, quiso meter la mano en el espacio que gobernaba la culebra de agua que habitaba en el manantial, se indignó porque la víbora no se contentaba con reinar en su espacio, sino que también pretendía molestar a la culebra en su dominio. Pero se enconó la lucha, hasta el extremo de que con las espadas en alto se dispusieron a librar un combate. Se inició la batalla tras muchos avisos, WhatsApp incluidos, cruzados entre víbora y culebra, mensajitos y ambigüedades calculadas, pero, en el fondo formando parte de la batalla por el dominio. Fijaron el momento en que iba a estallar la contienda. Pero, he aquí, que las ranas del entorno, muy numerosas, que para nada querían a la culebra, que la detestaban, pero que no veían nada bien a la víbora, que no les había satisfecho en nada a sus pretensiones y, de hecho, las había involucrado en el campo de batalla, aunque eran ajenas, en todo, a la contienda. Pero las ranas se dispusieron a incitar a la lucha, esperando clarificar la situación y poner luz, donde solamente reinaba la oscuridad. Empezó el combate y las ranas, solamente eran capaces de lanzar gritos, estentóreos, pero gritos, reclamando la solución final. Es posible que, al final, ganara la víbora, o quisiera ganar, pero si así fuera le reprocharía a las ranas su actitud, porque en lugar de ayudarle en la batalla contra la culebra, se habían limitado a gritar desaforadamente. La víbora pensaba que quien no está con ella, está contra ella y recriminaba a las ranas su actitud. Su cerebro saturado no era capaz de reflexionar con claridad y nobleza de juicio. En eso que las ranas le respondieron: Víbora, no te das cuenta de que la ayuda no está en los brazos o en los cuerpos, sino en las voces. La víbora no fue capaz de ver, valorar, sentir, que la ayuda radicaba en las voces, en el estímulo y no solo en la acción. El final es indistinto si quien ganara fuera la culebra. Son las voces que claman, las que advierten del desatino.

Y, algo de esto está ocurriendo, cuando no se sabe valorar que, no solo la oposición, sino la sociedad entera, incluyendo a buena parte de los afiliados al propio PP, clama por resolver uno de los episodios más tristes de la Historia reciente de España. Las ranas somos muchas, demasiados, e incluso por número somos capaces de vencer cualquier resistencia, pero nos limitamos a gritar, a levantar la voz, a clamar. Harían bien si valoraran esto en su justa medida, los implicados.

Por otro lado la batalla emprendida entre la dirección del PP, con Rajoy y Cospedal a la cabeza, queriendo limitar las responsabilidades a Bárcenas, es otro desatino que presumiblemente pagarán muy caro. Recuerda esta actitud a la que se muestra en la fábula del lobo y el cabrito. Ahora se puede entrever que el más dotado, los más poderoso, al frente de un gobierno y un partido, son un lobo que pretende alcanzar a un rebaño de cabritos, calificados de presuntos delincuentes, trama Gürtel, con un Bárcenas incrustado con mortero en ella y con voz de mando, según se va desprendiendo. Supongamos que el lobo da alcance al rebaño y uno de los cabritos, con cuentas en Suiza, se vuelve hacia el lobo y le dice “ya sé señor lobo, que estoy condenado a ser tu almuerzo. Para no morir sin honor, toca la flauta y yo bailaré por última vez” Y así lo pactaron y así lo hicieron. Pero los perros, que no estaban lejos, oyeron el ruido y salieron a perseguir al lobo, con lo que lo pusieron en franca retirada. Ante la desolación que supone haber estado tan cerca del banquete del cabrito, el lobo, se dijo: “con sobrada razón me ha sucedido esto, porque siendo yo cazador por naturaleza, nunca debí meterme a flautista” La consecuencia que es fácil de deducir se trata de que antes de tomar una iniciativa, hay que medir muy bien las capacidades de uno y valorar las circunstancias y poder decidir, con conocimiento de causa, si se puede sacar la iniciativa a delante o no.

Por último, volviendo a la alegoría de la víbora, la culebra y las ranas, habría que decir que éstas últimas, agotadas por el desorden en el que les había sumido la situación, enviaron una delegación a Zeus, pidiendo que les mandara a un gobernante nuevo, que no podían seguir así, ni un minuto más. Zeus, comprensivo, les envió a un grueso leño que dejo caer en la charca en que habitaban las ranas. Tal fue el estruendo que hizo el leño al caer, que las ranas corrieron despavoridas a esconderse. Pasados los primeros instantes, el leño ya no se movía más. Las ranas se fueron incorporando a la superficie, poco a poco, mirando con desprecio al nuevo gobernante al que perdieron el respeto y brincaban sobre él y se burlaban incesantemente. En el fondo se sentían humilladas por tener por gobernante a un madero. Al fin se decidieron a pedir de nuevo a Zeus que les cambiara de gobernante, que éste era demasiado tranquilo. Pero Zeus se indignó por tanto aparente capricho, y les envió a una culebra de agua que, una a una fue atrapando a todas las ranas y a continuación las devoró sin compasión. Se colige que, a veces, hay que conformarse con un gobernante sencillo y honesto, en lugar de uno emprendedor, pero que, a la postre es o malvado, o corrupto o ambas cosas y con el título de reformista, te convierte la vida en una pesada carga.

Si tiene dudas de quién es quién, consulte con alguien, oh, mejor, vuelva a releerlo. Incluso recree la historia, puede superar a la original.

Alberto Requena es presidente del  PSOE en Murcia