La inminente campaña electoral para los comicios europeos del 25 de mayo ha de contribuir al desmentido de dos afirmaciones tan reiteradas como falaces. La primera pretende establecer que “en Europa no hay políticas económicas de izquierdas o derechas, sino políticas económicas malas y buenas”. Y la segunda busca llevar al ánimo general que “no hay alternativa a la austeridad”, como lo demuestra supuestamente la claudicación de Hollande: a la izquierda solo le quedan las recetas paliativas o el “programa ibuprofeno”.

La pareja formada por Martin Schulz y Elena Valenciano tiene la responsabilidad de ofrecer un modelo de desarrollo alternativo para Europa, frente a la continuidad del austericidio y la Troyca que representan Jean-Claude Juncker y Mariano Rajoy. Porque las metas son distintas, porque las ideas son diferentes, y porque también existen referentes contrapuestos. Juncker y Rajoy tienen como modelo a Merkel y sus políticas procíclicas de ajuste. Schulz y Valenciano se fijan en las políticas anticíclicas y de estímulo al crecimiento y el empleo que ha aplicado la administración Obama en los Estados Unidos.

Mientras las recetas merkelianas han conducido a la zona euro a decrecimientos en el PIB de -0,7% y del -0,5% en 2012 y 2013, con niveles de paro del 11,9% y el 12,0% respectivamente, las políticas típicamente socialdemócratas y keynesianas del gobierno estadounidense llevaron su PIB al 2,8% (2012) y al 2,0% (2013), con un paro reducido al 7,9% (2012) y 6,7% (2013). La estrategia pangermánica de los últimos cinco años ha conducido a Europa a un escenario de estancamiento, deflación, paro masivo y aumento exponencial de la pobreza y las desigualdades. Claro que hay alternativa. Pero si  no la hubiera, habría que inventarla.

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