Miguel Ángel Rodríguez no ha forjado una candidata para las elecciones de la Comunidad de Madrid. El plan del jefe en la sombra de quien parte en clara ventaja para revalidar su cargo -salvo hecatombe de Vox y Ciudadanos- no es otro que seguir el libro de estilo que lo hizo grande dentro de las filas populares: hacer oposición al Gobierno nacional desde su palestra particular, acumular popularidad en Génova y asaltar La Moncloa cuando llegue el momento. Lo hizo con José María Aznar desde Castilla y León e Isabel Díaz Ayuso sigue de forma certera los consejos de su jefe de Gabinete.

Este 4 de mayo las urnas darán respuesta al choque de movimientos subrepticios que solaparon Ferraz y la Puerta del Sol. Los socialistas dieron la voz de alarma aliándose con Ciudadanos para llevar a cabo las mociones de censura de la región y el Ayuntamiento de Murcia; los populares, o más bien el entorno próximo a Ayuso, contestaron con un adelanto electoral que fue llevado a los tribunales tras un intento inútil de la izquierda madrileña por paralizar el proceso por lo normativo.

Madrid no es España, que diría Ayuso, pero en estas elecciones sí que se puede entonar aquello de que Madrid es España dentro de España. Basta apreciar el baile de candidatos que se ha producido desde se convocara el plebiscito: Pablo Iglesias dejó la vicepresidencia para luchar por una mayoría de izquierdas como candidato de Unidas Podemos, Edmundo Bal ha seguido sus pasos dejando de lado la portavocía de Ciudadanos en el Congreso para sustituir a un herido Ignacio Aguado, el PSOE se ha armado con figuras de la talla de Pilar Llop (presidenta del Senado) y el Partido Popular ha incluido como número cinco en sus listas al fugado Toni Cantó por orden directa de Pablo Casado, quien se encuentra en plena campaña por absorber las migajas de los naranjas.

Y es que el presidente del Partido Popular sabe que se enfrenta a una guerra silenciosa en Madrid. Ayuso incomoda por su condición de verso suelto, pero su tirón es indiscutible y su capacidad para contrarrestar el voto del resto de derechas es una realidad. Si Feijóo provocó que Génova decidiese de forma anecdótica separarse de Vox en el Congreso con sonoras broncas entre sus líderes, la candidata madrileña choca diametralmente con esta estrategia.

Pendientes de qué sucederá si Ayuso vence a las urnas y da el ‘do de pecho’ que las encuestas vaticinan, Pablo Casado empieza a subirse al barco de los Isabelinos a ver si la corriente también aumenta sus posibilidades. De hecho, el líder de la oposición ya ha unido su destino al futuro de la Comunidad de Madrid, asegurando que en una hipotética victoria incontestable de Ayuso podría estar la pieza clave para que él consiga desbloquear el tablero de la derecha, desfragmentar el voto y competir la presidencia a un Pedro Sánchez que guarda con mimo una mayoría cimentada en el voto anti-PP.

El problema es que la moneda es de doble cara. Mientras Génova protege a Ayuso en campaña, Casado es conocedor de que su pareja de baile brilla más que él sobre el terreno. De hecho, la candidata no tiene problemas en aceptar el peso que recae sobre sus hombros y atreverse a citar en las urnas a Pedro Sánchez, saltándose así a Ángel Gabilondo, al propio Pablo Casado y a la mismísima cámara que pretende gobernar: “Al PSOE, Podemos y sus círculos lo han extremado hasta dejarlo irreconocible para los mismos socialistas históricos (…) y dado que Pedro Sánchez ha entrado en campaña más veces que yo misma, mostrando su obsesión por batallar personalmente conmigo, quiero decirle una cosa y se la digo mirándole a los ojos: el 4 de mayo nos vemos en las urnas”.