Vox ha decidido pegar un volantazo en su estrategia y pasar a la confrontación directa con el Partido Popular y con la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, metiendo baza en uno de los asuntos más acuciantes en la comunidad capitalina: la vivienda. El reciente cese de Javier Ortega Smith abría las quinielas de su sucesión en la portavocía adjunta de Vox en el Congreso, y el nombre elegido, el de Carlos Hernández Quero, no ha sido casualidad. La ultraderecha se ha dado cuenta del enorme nicho de votantes que existe en las clases trabajadoras y las dificultades de las mismas para acceder a una vivienda, ya sea en alquiler o en su adquisición, por lo que ha empezado una mutación desde el neoliberalismo que encarnaban antaño perfiles como Iván Espinosa de los Monteros, Rocío Monasterio o Juan García-Gallardo, a una especie de falangismo y protofascismo como el de los discursos de Hernández Quero, que señala al poder económico y se dirige expresamente a las clases bajas, pero que discrimina al migrante con mantras racistas y que redunda en líneas populistas que poco o nada resuelven los problemas de la clase trabajadora. Un giro discursivo que, no obstante, preocupa en el PP, tanto a nivel nacional como en Madrid, ante el temor de que la ultraderecha haya encontrado la fórmula de conectar con un electorado descontento y frustrado con la situación inmobiliaria de sus barrios. En algunos perfiles en redes sociales cercanos al PP opinan, de hecho, que el discurso de Quero tiene similitudes "indistinguibles" con el que mantenía Podemos en sus orígenes.
La ascensión de Carlos Hernández Quero en el entramado de la extrema derecha española está minuciosamente calculada. El diputado de Vox en el Congreso de los Diputados ya sustituyó a Juan García-Gallardo, exlíder en Castilla y León, en el Comité Ejecutivo Nacional y ahora hará lo propio con Ortega Smith. Una sucesión que marca la pauta del cambio de estrategia de Vox, que pasa de las recetas neoliberales aplicadas antaño a un discurso con colores joseantonianos, donde el obrero se convierte en el centro del discurso contra los abstractos del poder empresarial y contra la clase trabajadora extranjera. Hernández Quero es un perfil joven, de estética desenfadada, que se aleja del servilismo a las grandes fortunas. Esta posición ideológica, que puede ser especialmente sugerente para un electorado descontento con la situación de la vivienda y del mercado laboral, esconde otras líneas muy peligrosas, ya que asienta el discurso de odio al inmigrante en los barrios y recupera fórmulas populistas de antaño fáciles de hacer calar en el electorado, pero vacías de contenido. Es precisamente la facilidad de asunción de estos postulados, su fuerte carga emocional y las referencias a un tema tan controvertido como la vivienda lo que preocupa en los despachos de Génova y Sol, que podrían perder parte de su electorado si este discurso hace mella en los españoles y especialmente en los madrileños.
"Una clase política que pone alfombra roja a los buitres, como se ve con Ayuso cuando vende nuestros barrios como un caramelo apetitosísimo para la inversión, que vengan aquí todos. Ofrece a multimillonarios extranjeros deducciones fiscales que niega a los compradores españoles. Ana y Anselmo no pueden comprar, a usted, fondo de Ciudad de México, le abrimos la puerta y alfombra roja. Ayuso quiere convertir el Madrid de los propietarios de toda la vida en el patio trasero de los ricos de todo el mundo. El Madrid en el que caben todos los acentos, menos el de la persona que lleva toda la puñetera vida viviendo en Aluche, Villaverde, Móstoles o Getafe", han sido las palabras de Quero esta semana. Un discurso obrerista, pero a todas luces racista, pues no se aprecia la crítica al millonario nacional, que estrangula a los trabajadores en sus empleos o en los alquileres de los que disfruta como multipropietario. A Quero no le interesa el cambio de condiciones de la clase trabajadora, sino apelar a la rabia de los afectados por el sistema para construir un modelo que discrimine al extranjero y al débil.
"Indistinguibles de Podemos"
Podemos y Vox son dos partidos que poco o nada tienen que ver. El primero es una formación de corte progresista y socialdemócrata que ha señalado, desde su fundación, el problema de la especulación inmobiliaria y cómo afecta a la capacidad de acceso a la vivienda de las clases trabajadoras. El segundo es un partido profundamente neoliberal en lo económico y ultraconservador en lo social, que, en ocasiones, ha tenido ramalazos falangistas como el que protagoniza ahora Hernández Quero.
Lo que sí tienen en común ambas formaciones es que se han valido de discursos populistas, de fácil asimilación, para calar hondo en su electorado potencial. Algunos perfiles en redes sociales están señalando este fenómeno, aunque se desconoce si por el uso de estas fórmulas discursivas o porque verdaderamente piensan que el discurso de Vox a este respecto se parece al de Podemos. Las salvedades entre ambos, no obstante, siempre estarán sobre la mesa, en tanto que Podemos nunca mantuvo un argumentario racista hacia los migrantes como sí lo hace la extrema derecha.
El volantazo falangista de Vox y el futuro electoral de Quero
Los ultraderechistas de Santiago Abascal quieren sacar rédito de la pugna ideológica que libran los principales partidos con motivo del problema de la vivienda, razón por la que Quero, madrileño de 34 años y doctor en Historia Contemporánea, está empezando a tomar posiciones de relevancia en la formación. Hasta ahora, ya ocupaba un sillón en el Comité Ejecutivo Central y se desempeñaba como portavoz en la Comisión de Vivienda y Agenda Urbana del Congreso de los Diputados y portavoz adjunto de la Comisión de Derechos Sociales y Consumo, dos espacios en los que no aparece por casualidad.
Diputado por Málaga pese a ser de Madrid, contar con un piso en la capital y participar de un negocio en el barrio de Chamberí, Quero ha supuesto un nombramiento que ha gustado en el partido y que genera ilusión electoral en la extrema derecha ante la posibilidad de postularle como candidato en la Comunidad de Madrid. "Nosotros no queremos el Madrid de todos los acentos, queremos el Madrid de todos los barrios y la gente. No una propaganda barata para convencer a los inversores de que vengan aquí, queremos que haya más propietarios de aquí, no de fuera, que es lo único que debería importar a un gobernante español: gobernar para los suyos y no para los de fuera", sentenciaba.
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