El alcohol es quizá uno de los productos que más triunfan en el Partido Popular (PP) de Madrid, especialmente entre sus dirigentes y cargos de responsabilidad. La presidenta autonómica, Isabel Díaz Ayuso, se pasea por el callejero madrileño recomendando sitios donde tomar cañas fresquitas y figuras de su partido como Miguel Rumayor, presidente de la comisión de Familia y Asuntos Sociales, asegura que es “sano” beber. Todo ello pese a que el consumo de bebidas alcohólicas se ha disparado entre sus ciudadanos, especialmente entre los jóvenes.

El consumo diario de alcohol entre los ciudadanos madrileños ha pasado del 6,7% de 2022 al 15,6% de 2024, lo que supone un incremento porcentual de casi nueve puntos, según recoge la Encuesta Domiciliaria sobre Alcohol y otras Drogas (EDADES).  Sin embargo, la líder del Ejecutivo no encuentra un problema en esos hábitos, sino en el cannabis, cuyo consumo en algún momento del año, sea habitual o casual (no diariamente), ha pasado del 8,3% de 2022 al 9,7% del pasado curso.

Si bien es cierto que estos últimos no se consumen habitualmente en comercios privados y llenan bolsillos empresariales, factor que podría explicar la fijación de la administración ayusista con los porros, mientras despliega una oda genuflexa al alcohol. “Los porros golpean tu vida hasta destrozarla” es la campaña lanzada por la Comunidad de Madrid, dirigida a adolescentes entre 14 y 18 años, pese a que la encuesta que la propia administración comparte sitúa la edad media de consumo de cannabis por encima de ese intervalo; mientras que la del alcohol se ubica en los 16,8 años.

Señalar lo negativo de los porros no es el problema, pero choca con la normalización del alcohol, incluso desde lo público. Esta hipocresía es una de las causas más señaladas por los expertos para explicar que sea la sustancia con la edad media de inicio de consumo más baja, seguida muy de cerca por el tabaco. Seis de cada diez madrileños han tomado alcohol en el último mes, tres de cada diez han fumado y ni siquiera uno de cada diez han consumido porros en el último año, pero tan solo una de las tres sustancias tiene cabida en el discurso punitivo madrileño.

Un claro ejemplo de ello son las políticas lanzadas desde Comunidad de Madrid en esta materia. El pasado mes de noviembre, Ayuso y su equipo vendía a bombo y platillo un Plan con 75 medidas y 82 páginas en las que las meras menciones a alcohol y tabaco suman un total de cero, pese a que la propia web de la Comunidad las reconoce como adicciones. 200 millones de euros públicos, todas las consejerías implicadas y ni siquiera han sobrado las vueltas de la última ronda para financiar alguna política contra otras adicciones en auge como el alcohol, el tabaco o las benzodiacepinas.

Nada nuevo por el Madrid de la libertad

“El nivel adquisitivo de la ciudad es complejo porque es una ciudad donde se paga mucho, el precio de las viviendas es muy alto. Sin embargo, es una vida apasionante porque en Madrid, después de un día sufriendo, nos podemos ir a una terraza a tomarnos una cerveza", expresaba Ayuso su claro posicionamiento hace ya cuatro años, cuando directamente confrontaba un confinamiento para evitar la propagación de un virus (Covid-19) que se llevó por delante miles de vidas, lo que ella consideraba dictadura, con tomarse unas cervezas en una terraza, que es la pura libertad ayusista.

La máxima del neoliberalismo del PP madrileño, la libertad de la que ha hecho bandera y que consiste única y exclusivamente en consumir. Que sea bueno o malo lo consumido, mientras sea legal y contribuya al mercado, es lo de menos. Sin embargo, una nube negra se posa sobre Madrid cuando las mismas cervezas se toman en un banco en forma de litrona o unos chavales se echan unos porros en su casa. Porque lo que preocupa no son las sustancias, todas y cada una de ellas negativas, sino no dominar su negocio.

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