Las encuestas electorales, especialmente las del CIS, provocan morbo. Y cada cual las suelen interpretar, al menos de cara a la galería. Los favorecidos alaban las virtudes del sondeo; los perjudicados reafirman la perogrullada de que los sondeos no son más que sondeos, y se consuelan constatando que la verdadera encuesta es la que tiene lugar el día de las elecciones. Mientras los estrategas de cada partido intentan penetrar en sus entrañas, léase en la denominada “cocina” (fidelidad de voto, la valoración de los lideres incluido entre sus votantes, procedencia de los indecisos y abstencionistas…) para poder ofrecer a sus capos esperanzas y ánimos. Dicho lo cual, corriendo el riesgo de no satisfacer ni a tirios ni a troyanos, voy a bucear en las entrañas, en la cocina, del último sondeo del CIS correspondiente al pasado mes de Enero.

Se confirma que el bipartismo ha muerto y las mayorías absolutas también. Tendrán que acostumbrarse, unos y otros, a gobernar en coalición o en minoría tal como está ocurriendo ahora. En el bando conservador, el PP sigue siendo el partido más votado, a pesar de que lentamente disminuyen sus electores. Ha bajado casi ocho puntos desde las elecciones generales del 2.016 (del 33% al 26,3%), Es posible que la inoperancia del gobierno de Rajoy comience a hacerle mella. La ciudadanía (especialmente las clases medias) no percibe en su vida cotidiana las mejoras del crecimiento macroeconómico: no en vano el paro (66,8%) sigue siendo el principal problema aunque haya disminuido un punto; mientras los problemas de índole económica (24,3%)  han subido cinco puntos.  La corrupción comienza a afectar las entrañas del partido y de sus lideres incluido el mismo Rajoy: la desazón frente a la corrupción (35,1%) aumenta cuatro puntos, y la feroz crítica a la clase política se mantiene en un 24,3%. La crisis política catalana, aunque haya caído casi dos puntos respeto al  sondeo anterior a las elecciones del 21D, sigue viva y coleando (14,9%) a pesar del art. 155. 

En contraste, Ciudadanos sube muy probablemente a costa de exvotantes de los Populares. El partido de Rivera ha aumentado casi siete puntos desde las elecciones generales del 2.016 (del 13% al 20,7%). El acelerón se produce a raíz del éxito electoral en Catalunya, donde el PP queda instalado casi en la marginalidad. Todas las alarmas se han levantado en las filas populares, en gran manera se disputan con C,s  el mismo electorado. Rivera y los suyos siguen poniendo de relieve la inanición de Rajoy, aunque al mismo tiempo paralizan la mayoría de iniciativas de la oposición en el Parlamento español. Rajoy necesita a  Ciudadanos para poder seguir gobernando en minoría, cuyo primer reto es el  Presupuesto del 2018 que duerme el sueño de los justos.  En tal coyuntura es difícil que Rajoy adelante las elecciones, aunque pueda hacerlo. Queda por ver si se consolida la tendencia de descenso de los populares y del ascenso de  Ciudadanos. Las convocatorias electorales del 2.019 (europeas, en la mayoría de las autonomías, y municipales), aunque sean de naturaleza distinta a las generales, pueden modificar (o no) las actuales tendencias. 

 En el ámbito progresista las aguas tampoco corren excesivamente claras. Los socialistas (23,1%) han subido escasamente un punto respeto a las elecciones de 2016, aunque es cierto que han aumentado tres puntos desde el pasado mes abril y casi cinco puntos desde enero 2017. Y también es una realidad que la diferencia con el PP ahora es de tres puntos. Los temores de un posible sorpaso de Podemos, que le `permitiría ser el referente del progresismo (concretamente de la izquierda), no ha sucedido ni parece vaya a ocurrir. Y el PSOE tiene un muy aceptable grado de fidelidad (66,4%) y la valoración de su lider, Pedro Sanchez, entre sus votantes es de 5,86/10 y de 3,68/10 entre la totalidad de encuestados (el segundo “menos mal considerado” después de A, Rivera, donde todos los lideres suspenden) .A su vez los socialistas encabezarían la intención de voto directo (15,9%). Expuestos tales datos, su situación política parece mejorar, pero muy lentamente. Su visibilidad como partido lider de la oposición es baja en su labor parlamentaria. Les cuesta quitar el tapón que ha puesto Rajoy y que impide ver el interior de la botella. Y tiene su coste la percepción de un “si” a Rajoy en decisiones referidas a Catalunya y otros ámbitos. A su vez, no les resulta fácil la comunicación activa ( vgr. con su decálogo de prioriedades) con sus militantes y simpatizantes que les permita recuperar credibilidad y confianza (fáciles de perder y difíciles de recuperar). De momento su único aliado posible es Podemos, visto el escoramiento claro de C,s hacia la derecha. Pueden ser decisivos los resultados de las venideras elecciones autonómicas y municipales. 

Podemos está pagando la crisis interna (y también externa) a pesar de haber subido dos puntos (del 17,5% al actual 19%). Su fidelidad de voto es sensiblemente baja (59,5%).Podemos y sus confluencias quedarían descolgados con una intención de voto del 11%. Se produce una cierta transferencia de votos a otros partidos, los socialistas experimentan un cierto beneficio, pero la mayoría de sus votantes descontentos van a la abstención. Su lider es el peor valorado (2,54/10), superado por Alberto Garzón (3,67). A su vez Pablo Iglesias es también el peor valorado entre sus votantes (5,49/10), superado también por Garzón (6,24). El futuro no está escrito, pero los trazos actuales están insinuados. 

Una encuesta vale para lo que vale: marca unas tendencias en la intención de voto, que como es lógico es variable. Lo que resulta más difícil es deducir de tales sondeos es el número de diputados, que no tienen porque ser directamente proporcionales al número de votos a escala nacional. El partido más votado en el conjunto de España no tiene porqué ser el que tiene más diputados en el Congreso, porque la circunscripción es la provincia que tienen un mínimo común y un variable en función de la población. Por tal razón Podemos y Ciudadanos (extraños compañeros de cama) quieren modificar la Ley Electoral.